Tu fe te ha salvado – XXVIII Domingo T.O. Año C

Tu fe te ha salvado – XXVIII Domingo T.O. Año C

Unos relatos parecidos

Las lecturas de este domingo, en este caso la primera y el Evangelio, nos presentan a dos extranjeros: el primero es Naamán, jefe del ejercito de Aram (Siria), sanado de la lepra por el profeta Eliseo, mientras el segundo es un leproso de Samaría, sanado por Jesús y que vuelve a postrarse a sus pies y a dar gloria a Dios en señal de agradecimiento por lo que ha recibido.

Los dos relatos tienen mucho en común: hay un personaje que sana, otro que es sanado, que es extranjero, que es leproso y que vuelve para agradecer. Pero en el Evangelio yo encuentro algo más sobre lo que reflexionar. Vamos a investigar un poco.

La particularidad del relato de Lucas

Lucas nos cuenta que hay diez leprosos. Todos van hacia Jesús al verle llegar y todos ellos gritan desde lejos para que les cure. Nadie se acerca, porque al leproso está prohibido por la ley judía el contacto físico y la cercanía, por ser la lepra una enfermedad muy contagiosa. La enfermedad hace que el leproso no sea puro, es decir, no esté en condiciones para participar de la vida pública y religiosa. Es un excluido, y por lo que tiene es considerado un pecador, porque condenado, por su situación, a estar fuera de la comunión con Dios y con su pueblo.

Jesús, según nos cuenta Lucas, a ver a los leprosos pedir ayuda, les manda ir a presentarse a los sacerdotes, que eran los encargados de determinar oficialmente quién estaba enfermo y, entonces, excluido de la comunión socio-religiosa y los únicos que podían readmitir dentro  de la comunidad a los que habían sanado.

El ver del samaritano

Resulta, entonces, que todos empiezan el recorrido para ir a Jerusalén; ellos, aún leprosos, van en busca de los sacerdotes, pero, durante el camino, sanan, todos. Pero, y aquí veo la primera inflexión del relato, solo uno de ellos, ve que se ha curado y vuelve hacia Jesús. Esto no significa que los demás no se hubieran dado cuenta de ese gran cambio que tiene que representar el dejar de tener la lepra, pero solo uno ve y ya no va hacia los sacerdotes, desobedeciendo a las prescripciones de la ley judía y al mandato de Jesús.

El ahora ve, es decir, comprende en profundidad lo que le ha pasado, conectando el pasado y el presente con un nuevo sentido de la realidad. Los demás se han dado cuenta del cambio o por lo menos lo podemos imaginar como algo lógico, pero no cambian de rumbo y siguen hacia Jerusalén, el mundo de creencias que han vivido desde pequeños. Han cambiado por fuera, pero por dentro parece que todo sigue igual.

Solo uno, sin embargo, se desmarca del grupo. Decide dejar ese mundo de creencias que hasta ahora daba sentido a su vida y escoge otras creencias, otro mundo, representado por Jesús, su persona, su mensaje. El encuentro con Jesús no lo ha cambiado solo por fuera, quitándole la lepra, sino que le ha cambiado por dentro. Él ya no reconoce las creencias antiguas como válidas, porque ha descubierto otra verdad que da sentido a su vida.

Levántate, vete; tu fe te ha salvado

Esto es, para mí, el significado auténtico de la última frase que Jesús dirige al samaritano curado: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado». Es la fe del samaritano que salva al samaritano de una vida que parece haber perdido el sabor. El samaritano ve, comprende una nueva realidad y cambia sus creencias, su fe, cambiando entonces el rumbo de su vida y el significado que le atribuye. 

No olvidemos que este relato es el resultado del discurso que justo antes Jesús había hecho a sus discípulos sobre la fe: ellos querían que el Maestro les aumentara la fe y Jesús les dice que si tuviesen fe serían capaces de mover una morera para que se plantara en el mar. Hoy la misma expresión la diríamos con otras palabras: “lo que crees, creas”

El poder de las creencias

Este relato, entonces, nos hace reflexionar sobre el poder que tienen nuestras creencias. Lo que creo imposible lo seguirá siendo, porque no me aplicaré para cambiarlo. Mi forma de ver la realidad le da forma y Jesús nos llama a cambiar nuestra forma de verla: “Tu forma de ver la realidad/tu fe te ha salvado”; así traduciría, en palabras modernas, la frase de Jesús que había escrito dos párrafos atrás. 

Obviamente no hay que ser ingenuos. Es claro que los eventos que me involucran ayudan en la construcción de mi realidad. La del enfermo de lepra no puede ser la misma de la de aquel que está sano. Hay casos, además, en los que no tenemos poder para actuar sobre ciertas situaciones, porque no dependen de nosotros. Sin embargo, siempre tenemos poder sobre nuestras creencias, nuestros pensamientos y la forma en que leemos la realidad. 

El evangelio de este domingo nos recuerda, entonces, que tenemos este poder de cambiar nuestra visión. El samaritano ve y cambia el rumbo de su recorrido, cambia su mentalidad, vuelve sobre sus pasos. Es una conversión de sentido, en su significado literal/callejero y metafórico, como cambio de actitud y de percepción de la realidad.

Ahora toca a nosotros ser como este samaritano: darnos cuenta de que si me paro y veo por debajo, más allá de lo superficial, descubro que no hay enfermedad, sino una realidad de paz, de amor, de unión y relación que da sentido nuevo a mi vida, porque cambia mi visión de la realidad, dándole otro color. Solo llegando a esta conciencia profunda, podremos ser como el samaritano que, viendo que estaba curado, se volvió para alabar a Dios y descubrir que también vale para nosotros la frase: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado». 

2 Re 5,14-17: Volvió Naamán al hombre de Dios y alabó al Señor.

Sal 97: R/. El Señor revela a las naciones su salvación.

2 Tim 2,8-13: Si perseveramos, también reinaremos con Cristo..

Lc 17,11-19: ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?

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