Permanecer en Cristo – V Domingo Pascua Año B

Permanecer en Cristo – V Domingo Pascua Año B

Permanecer con Cristo en Dios

El evangelio de Juan de este quinto domingo de Pascua es claro, porque Jesús hace más veces hincapié en la necesidad de permanecer con él, así como él permanece junto al Padre. Permanecer, aquí, hace referencia a una realidad que, al mismo tiempo, nos llama a creer y a ser fieles, así como nos invita a conocer y a entrar en intimidad con el misterio del Padre.

Pero, ¿qué significa concretamente esta expresión de “permanecer” en él, como los sarmientos a la vid? Os diré cómo la veo yo.

El camino de Jesús…

Permanecer en Dios o en su Hijo significa recorrer el mismo camino de Jesús, a saber, 1) de toma de conciencia sobre sí mismo y en su relación con el Padre, así como 2) del agradecimiento correspondiente y, finalmente, 3) del paso a la acción.

Estos tres momentos en Jesús, toma de conciencia, agradecimiento y acción, no tenemos que entenderlos como momentos puntuales o consecutivos en su vida, sino más bien como un proceso dinámico y que se desarrolla a lo largo de toda su vida, en la que estas tres fases interactúan entre ellas y van desencadenando todo lo que Jesús es y hace.

En otras palabras, los episodios de Jesús en el desierto, durante cuarenta días, así como la Teofanía del Padre que reconoce en él su hijo y la autoridad que tiene, son tomas de conciencias que el mismo Nazareno va adquiriendo a lo largo de toda su existencia, a través de las tentaciones, de los momentos de silencio y oración, de los momentos de anuncio y de enseñanza con sus discípulos.

… es nuestro camino

Permanecer con Cristo en el Padre, entonces, es recorrer el mismo camino de Jesús, en el que también nosotros estamos llamados a tomar conciencia de lo que somos, hijos amados por el Padre, a darnos cuenta de ello también a través de las tentaciones que nunca faltan y que subrayan una realidad fundamental, a saber, que lo que somos es un don, un regalo y no una mérito adquirido por nosotros. 

Esta realidad nos llama al agradecimiento y a pasar a la acción, haciendo uso de los talentos que hemos recibido, en las tres dimensiones que el mismo Cristo ha vivido, es decir, la de rey, de sacerdote y de profeta.

Permanecer significa seguir a Cristo como rey

Permanecer en él, entonces, significa recordar cada día que somos hijos amados, agradecer y vivir como reyes, a la manera de Jesús. Ello significa que si el rey según aquella época era aquel que usaba su libertad absoluta para usarla como él quería, también para dominar, el cristiano es aquel que hace uso de su libertad bajo el criterio y la guía de la caridad, es decir, somos reyes cuando empleamos nuestra libertad para servir y ayudar a generar vida y sanación (salvación). 

Como sacerdote

Permanecer como el sarmiento a la vid significa también ser, como Jesús, sacerdotes. Esto significa que estamos llamados a hacernos eucaristía, que es capacidad de agradecer al Padre todo lo que tenemos y, en actitud de total confianza, ofrecer nuestra existencia para que a través de nosotros se pueda seguir realizando el plan de bien y de amor que Dios tiene pensado y quiere cumplir. 

Dicho de otra forma, ser sacerdotes como Cristo significa renovar nuestra fe en Dios a diario y decirle a él un si no solo con la boca, sino fundamentalmente con nuestra vida, acogiéndole a él y a los hermanos, permitiendo que el Espíritu nos toque y nos transforme desde lo profundo de nuestro ser, para entregar nuestra existencia a imagen de nuestro Maestro y Señor.

Como profeta

Permanecer con Cristo en el Padre, entonces, significa también ser profetas, como Jesús. ¿Quién es el profeta? Es aquel que no solamente anuncia con las palabras, sino que lo hace con los hechos, con los gestos y con su vida. Hay momentos en los que este anuncio se hace denuncia, es decir que el profeta es también aquel que sabe cuando llega la hora de manifestar públicamente su descontento con una realidad que es injusta, inapropiada, abusiva y sería inaceptable hacer la vista gorda y pasar adelante.

El profeta es, entonces, aquella persona que no se queda cómoda y quieta en su rutina diaria, desinteresándose por los demás, sino que se muestra fiel al mensaje de Aquel que lo ha enviado y, también a costa de su tranquilidad, busca la forma de hacer escuchar su voz porque hay veces en las que callar no es una opción.

Conclusión

En resumen, permanecer es mirar el mundo a través y con los ojos de Dios, mirada que nos descuadra y desmonta nuestros planes. Nos recuerda lo que somos, hijos de Dios, amados por él de un amor gratuito e incondicional y que nos empuja a dejar nuestro egoismo, para compartir, a dejar nuestro individualismo, para pasar del yo al nosotros, y a dejar nuestro orgullo, rencores y envidias, para construir un mundo más unido, más fraterno y más humano.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *