El banquete – XXVIII Domingo T.O. Año A

El banquete – XXVIII Domingo T.O. Año A

Un banquete para todos

Las lecturas de este domingo parecen perfectas para los tiempos que corren. La primera lectura, de Isaías, nos habla de un festín de manjares, un banquete que el Señor prepara para todos los pueblos; no para uno en concreto, sino para todos. 

El mismo tema, de banquetes, aparece en el evangelio de Mateo. Aquí se trata de una boda: todo está preparado, la comida, la lista de invitados, el palacio, los criados. Todo es presentado como un don y a los invitados no se le pide nada a cambio, simplemente tomar parte a este momento de máxima alegría para el rey. 

Sin embargo, algo va mal. Los invitados no quieren participar del banquete, no han comprendido la relevancia que ello tiene, para el rey y para ellos. Solo se preocupan de sus intereses, de sus negocios, de lo suyo y de si mismos.

La vida, como banquete para superar la superficialidad

A este banquete, todos estamos invitados: fundamentalmente es el banquete de la vida, aquella que no se reduce a su dimensión fisico-sensitiva, sino que se abre al misterio, a un plus que nos indica cómo hay algo más con respecto a lo que vemos y percibimos.

A este banquete estamos llamados para tomar conciencia y para superar la superficialidad con la que muchas veces nos acostumbramos a todo lo que tenemos y, olvidando la actitud de agradecimiento, solo nos centramos en quejarnos y en mirar los aspectos menos placenteros. 

Estar invitado al banquete sin estar en sintonía con él

Esta es la actitud de aquel que, invitado a la fiesta, entra con el vestido equivocado. Participa de ella, pero no está en linea con ella, sin agradecimiento, sin darse cuenta de lo que está pasando en realidad, con la postura de aquel que desconoce o no quiere comprender toda la grandeza que le rodea.

Este invitado está en la fiesta pero no toma parte en ella. Es como un cuerpo extraño que no fluye  en la misma frecuencia que caracteriza el banquete. Él va por libre, no aportando algo positivo a la fiesta, sino como simple “usuario” que quiere aprovecharse de un servicio, desinteresándose de los auténticos motivos que han dado lugar al banquete. La reacción del rey, que pide que se expulse a este invitado poco interesado no se debe mal interpretar como un castigo de su parte, sino como la consecuencia que la vida misma le pone delante por su incapacidad de entrar en sintonia con el ella.

La guerra como ejemplo de “anti-banquete”

¿Qué es el banquete sino la buena nueva? Aquella que nos recuerda que todo nos he dado y que simplemente estamos llamados a darnos cuenta, a gestionarlo todo con humildad y agradecimiento, sin soberbias, violencia ni dominio. Y, sin embargo, no paramos de escuchar noticias de conflictos, rencillas, guerras, como esta última que ha explotado entre Hamas e Israel. 

Mientras la vía de la vida es el sendero que se construye sobre la paz, sobre el cuidado de los más débiles, el velar por los intereses de los demás, para que se edifique una sociedad más justa, más libre, más humana y respetuosa del otro y de lo que nos rodea, muchos son los convidados que no hacen caso: unos se marchan a sus tierras, otros a sus negocios, cada uno mirando a su ombligo, pensando que la suerte propia tiene muy poco que ver con la de los demás.

¿Humanizar la vida o desperdiciarla?

Que ciegos estamos, pensando que podemos usar de lo que se nos entrega para nuestro beneficio exclusivo, y si otros no me lo permiten, entonces la mejor opción es la ley del más fuerte y de los intereses económicos, desde luego. ¿Qué es la vida, de hecho, sino la oportunidad para ser más humanos? Otros, sin embargo, la aprovechan para pisotear su humanidad y las de los que se encuentran por su camino, con consecuencias a veces planetarias.

Las lecturas de este domingo, entonces, nos llaman a reflexionar muy seriamente sobre qué tipo de seres humanos queremos ser: aquellos que se dejan plasmar por los dioses antiguos y siempre nuevos del dinero, del poder, del prestigio, siguiendo fundamentalmente una ilusión, la de ser alguien por las cosas que se poseen o podemos comprender que ya lo somos todo, porque parte del todo. Esta, sin embargo, es una vía más estrecha, que implica más esfuerzo, está más escondida, que requiere del trabajo interior, pero da frutos en abundancia.

Conclusión

La parabola del rey y de su banquete, entonces, nos muestra la vía maestra, a la que estamos llamados a participar como hijos, todos hermanos, en la continua y mutua búsqueda de unas relaciones que liberan y hacen libres, porque en el otro está Dios y estoy yo mismo. Busquemos la paz, entonces, el banquete, la reconciliación. Busquemos, entonces, a nosotros mismos en el otro, los puentes para conectar las razones de unos y de otros, porque el traje de fiesta que hacer nuestro son los mismos sentimientos de Cristo Jesús que, con su vida entregada, nos ha dado muestra de que existe otra forma de vivir y relacionarse con la vida.

Is: 25,6-10a: Preparará el Señor un festín y enjugará las lagrimas de todos los rostros.

Salmo 22: R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Flp 4,12-14.19-20: Todo lo puedo en aquel que me conforta.

Mt 22,1-14: A todos los que encontréis, llamadlos a la boda.

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