La venganza y la Buena noticia – XXIV Domingo T.O. Año B

La venganza y la Buena noticia – XXIV Domingo T.O. Año B

La venganza en la literatura y en el cine

¿Quién de nosotros no ha visto alguna vez una película, leído un libro, escuchado un cuento o asistido al teatro para ver una representación? Creo que a estas alturas del siglo XXI sería difícil encontrar a un adulto, e incluso a un niño, que no haya tenido al menos una de estas experiencias.

Generalmente, en sus tramas, el autor incluye a un héroe o protagonista que, a lo largo de la historia, debe superar una serie de obstáculos, a menudo enfrentándose a villanos, y finalmente alcanzar un final feliz: el bueno gana, el malo pierde.

Tenemos innumerables ejemplos, empezando por los clásicos. Podríamos mencionar La Odisea, atribuida a Homero, pasar por Dante y su Divina Comedia y concluir con El conde de Montecristo de Alexandre Dumas. En el teatro, destacaríamos Shakespeare con El mercader de Venecia, y entre los cuentos, Caperucita Roja y Los tres cerditos son representativos. En cuanto a las películas, hay muchas de acción, como las protagonizadas por los personajes de Marvel (Capitán América, Hulk, Spider-Man, Iron Man…) o la saga de Misión: Imposible.

El caso de algunos clásicos

En La Odisea, sabemos cómo terminan aquellos que acechan a Penélope y abusan de su hospitalidad: Ulises se vengará de todos esos pretendientes y terminará triunfando, ocupando su lugar como rey de Ítaca. En la Divina Comedia, Dante sitúa a sus enemigos en los diferentes círculos del Infierno, donde recibirán por toda la eternidad el castigo merecido, de acuerdo con la ley del contrapaso.

Shakespeare nos deleita con el avaro Shylock, un rico judío que pasa de tenerlo todo a perder sus riquezas debido a las condiciones del contrato que él mismo impuso a Antonio. Por su parte, Dumas nos muestra la habilidad de Edmond Dantés para llevar a cabo su plan de venganza hasta sus últimas consecuencias.

Cuentos y películas

¿Qué decir de los cuentos mencionados? El lobo hambriento siempre termina mal, con la barriga llena de piedras pesadas o escaldado tras intentar colarse por la chimenea de la casa del tercer cerdito.

Finalmente, los cómics y películas de Marvel, con sus superhéroes, relatan las más variadas historias de múltiples villanos que quieren poner todo patas arriba y controlar el mundo, pero al final las fuerzas del bien logran frustrar los planes destructores, como ocurre también en las películas de espionaje protagonizadas por Tom Cruise.

Teatro y catarsis

Tal vez te estés preguntando a qué viene todo este resumen de literatura y cine. Pues bien, surge a raíz de un tema conectado con las lecturas de este domingo. Nos encanta ver o escuchar historias donde el inocente que sufre por culpa de un «abusón» finalmente hace justicia, y aquellos que han sido injustos terminan recibiendo su merecido de una u otra forma.

Aristóteles diría que el teatro tiene una función catártica, porque al ser espectadores de una tragedia o historia, nos identificamos con los personajes y nos purificamos de las bajas pasiones que nos llevarían a cometer los mismos errores. A través de lo que vemos y escuchamos, reflexionamos sobre lo que ha sucedido y aprendemos la lección que la tragedia quiere transmitir.

Sin embargo, desde mi punto de vista (opinable, por supuesto), nacemos y crecemos en una cultura donde el bien vence sobre el mal mediante castigos y con una fuerza igual o mayor que la que ha recibido. Nos sentimos satisfechos porque el bueno ha obtenido su venganza o ha hecho justicia por lo que sufrió.

El mensaje de Jesús

Todas estas historias están a años luz del mensaje que Jesús nos propone en el evangelio de este domingo, así como en la primera lectura del profeta Isaías. Aquí, el protagonista no responde al mal con mal, no se resiste ni se echa atrás. En la misma línea, Jesús pregunta a sus discípulos (y a nosotros) qué tipo de Mesías esperan.

Pedro (¿y por qué no nosotros?) espera un Mesías triunfante, victorioso, como en el imaginario del Antiguo Testamento, un Dios que vengará a su pueblo. Pero pensar como los hombres no es lo mismo que pensar como Dios.

Nosotros, como Pedro

Lo fácil y natural es responder al mal con otro mal, enfadarnos cuando nos tratan mal o buscar justicia cuando nos han hecho daño. Lo difícil, sin embargo, es dejar pasar esa rabia, esa ira, ese deseo de venganza, saber digerirlo, nombrarlo, no sofocarlo, pero sí comprenderlo y entender (sin justificar) a quienes han actuado mal.

Un Dios que no busca venganza

Esta es la acción de Dios, quien, movido por el amor, no se venga por lo que ocurre entre los seres humanos. Al contrario, sigue amando de manera incondicional, con paciencia y entrega. Ser a su imagen significa, entonces, negarnos a nosotros mismos y cargar con la cruz, no para permitir que las cosas malas sucedan, sino para dejar de lado el deseo de venganza y actuar desde el amor.

Conclusión

En otras palabras, no se trata de ser impasibles o dejar que seamos las víctimas, para que nos atropellen sin más. Se trata, entonces, de cambiar de actitud, de mentalidad (conversión), de transformar nuestro corazón, desde donde nacen el amor o el odio, para superar el velo que nuestras emociones y pasiones nos ponen delante. Con ese velo, el otro es un competidor, un obstáculo, un objeto a usar o eliminar si molesta, un enemigo, una manzana podrida, el objetivo de nuestra venganza.

Si logramos atravesar ese velo, descubrimos el mundo de Dios, en el que el otro, incluso actuando desde su egoísmo, es un ser conectado a nosotros, que allí está para que aprendamos a ser mejores personas, y así también podamos enseñarle a él a ser su mejor versión. 

Confucio expresó un mensaje similar al decir: «No pretendas apagar el fuego con el fuego o remediar con agua una inundación.» La fuerza, la violencia y la venganza nunca son la mejor solución para resolver un conflicto, porque pensar como los hombres no es lo mismo que pensar como Dios.

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