Un niño envuelto en pañales – Natividad del Señor

Un niño envuelto en pañales – Natividad del Señor

¿Solo un niño envuelto en pañales?

La lectura del evangelio de este domingo, Natividad del Señor, nos da un detalle de mucha importancia y que no podemos pasar por alto. De hecho, Lucas nos cuenta que al nacer Jesús, se les presenta el Angel del Señor a unos pastores y “ellos se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»

Ese niño envuelto en pañales, el ejemplo de la debilidad, de la total dependencia es, en realidad, el Cristo Señor. Este “pequeño” detalle nos abre a una nueva forma de entender la realidad. De hecho, podemos vivir nuestro día a día corriendo, de un lado a otro, convencidos de que la realidad coincide con nuestra forma de ver las cosas. Sin embargo, si conseguimos apartarnos de tanto ruido y carreras, si nos paramos e intentamos poner en pausa el “piloto automático” que solemos usar para vivir cotidianamente, podríamos descubrir que lo que vemos y experimentamos nos conduce a una realidad más profunda y nos hace entender que ese piloto automático que tan útil nos parece, en realidad y sin embargo no nos ayuda a tocar las profundidades de lo real.

Lo visible remite a lo invisible

El día de Navidad nos recuerda, entonces, que Dios se hace visible en la historia de un niño llamado Jesús. No lo hace con poder y con gloria, con magnificencia y al son de trompetas, sino en el silencio y en el anonimato. En otras palabras, la encarnación de Dios nos dice que Dios se hace visible no solamente a través de Jesús de Nazareth, sino que toda la creación, ser humano incluido, es manifestación, encarnación, imagen del Dios invisible (cf. Gn 1,27). Esto significa que las personas, las relaciones, las cosa, los seres vivientes, nosotros mismos, somos puentes, manifestación, conexión con una Realidad que nos sobrepasa, nos involucra y nos da sentido. 

Pobre realidad sería aquella que se redujera simplemente a lo material. Todo lo material nos guía hacia una dimensión superior a la que se remite y solo si conseguimos acceder a ella, entonces somos capaces de apreciar y saborear la vida en todos sus matices.

La Encarnación, o la sacralidad de lo profano

Es así, entonces, que la Encarnación nos comunica una verdad sobre nuestra vida, a saber, que no podemos separar lo que entendemos como sagrado de lo que definimos como profano. Por definición, lo sagrado se refiere a todo lo que está relacionado con la divinidad, con lo santo y, entonces está separado, porque puro, perfecto, sin mancha con respecto a todas las demás dimensiones de la realidad y que definimos como profanas. Profano es aquello que está fuera del templo (pro-fanum), porque no consagrado y que si se permitiera su acceso lo “profanaría” lo ensuciaría. 

La Encarnación, sin embargo, nos muestra como lo sagrado se manifiesta en lo profano y este último permite el acceso a lo sagrado, borrando de esta manera las duras lineas de demarcación entre estas dos dimensiones de la realidad. 

Una presencia que nos habita

Desafortunadamente, nuestra mente nos lleva por defecto a distinciones muy marcadas, a separar la realidad en polos en continua oposición: buenos, malos, puro, impuro, santos, pecadores. Es necesario un continuo entrenamiento para deshacernos de esta manera de interpretar la realidad y así poder abrir nuestra mente, nuestro corazón, nuestra vida a esa Presencia que no deja de hacerse visible, habitándonos y habitando nuestra cotidianidad.

Que esta Navidad, de un niño envuelto en panales, nos permita acceder a esta sabiduría salvadora.

¡Feliz Navidad para todos vosotros!

Is 9,1-6: Un hijo se nos ha dado.

Sal 95: R/. Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.

Tt 2,11-14: Se ha manifestado la gracia de Dios para todos los hombres.

Lc 2,1-14: Hoy os ha nacido un Salvador.

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