Misterio inefable – La Santísima Trinidad B

Misterio inefable – La Santísima Trinidad B

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» Mt 28,16-20

¿Qué significa que el Dios cristiano es uno y trino? ¿Qué es la Santísima Trinidad? ¿Qué significa que es uno en la sustancia y trino en las personas? Padre, Hijo y Espíritu Santo se definen como personas divinas. ¿Es que acaso ellos son personas en el sentido que nosotros entendemos de individuos humanos, con libertad, conciencia, voluntad?

Podría continuar con las preguntas, hasta llenar una hoja entera, pero sería todo inútil. Desde hace casi dos milenios el cristianismo se ha ocupado de investigar, ahondar, arrojar luz sobre el misterio de Dios; hoy día el tema sigue creando dificultad e incomprensiones, porque Dios es un misterio demasiado grande para ser poseído por el intelecto y las palabras son demasiado humanas para poder expresar una realidad que la sobrepasa.

Sin duda las Escrituras nos muestran un Dios personal. Él actúa, ama, se enfurece, perdona y escucha las peticiones de los que le invocan. Por otro lado, sin embargo, Dios es también a-personal: es Espíritu, fuerza que acompaña, ilumina, guía y transforma todos aquellos que se dejan moldear por su acción.

Si miramos al Antiguo Testamento, Dios se revela como uno y único. Todo lo que cumple, promete y hace, es fruto de Él sólo. Es verdad que al comienzo las primeras experiencias de lo divino, por parte de Israel, están muy condicionadas por la cultura de los pueblos vecinos: aquí reina la idea de un dios principal y una corte divina de dioses inferiores. Muy pronto, pero, esta visión dejará espacio al concepto de un sólo, único y exclusivo Dios, que ya no “compite” con otros dioses, puesto que estos no existen, son solamente ídolos, producidos por manos de hombre.

Con la formación del Nuevo Testamento, sin embargo, y a lo largo de los primeros cuatro siglos después de Cristo, la comunidad cristiana está al fin lista para afirmar que este Dios-uno está constituido por una dinámica de amor y compenetración de tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Con la encarnación, de hecho, se pasa del Dios lógos al Dios dia-lógos. Del Dios que piensa y crea con sus palabras al Dios que es en si mismo relación. 

Así que ahora volvemos a la pregunta del comienzo: ¿qué es la Trinidad: es comunión de Amor, es Relación. Y la relación no es la dinámica exclusiva de lo divino, sino también de toda realidad conocida: animales, plantas, átomos, planetas, seres humanos, porque todo está interconectado; y sino, mira la pandemia. Dios Trinidad, entonces, no dice simplemente algo sobre Dios, sino es una afirmación sobre quiénes somos nosotros, porque en la creación Él ha dejado su huella, la relación. No por nada el concepto de “persona” se podría definir como individuo en relación.

La dialéctica uno-trino nos dice otra cosa sobre Dios: que él es “impensable”. De hecho, ¿cómo puede ser contemporáneamente uno y también tres, sin ser una triada de dioses? Porque Dios no es sólo aquello que podemos pensar de él, sino también todo aquello que no podemos pensar. En este sentido Dios es impensable, lo pensado y lo no-pensado sobre él. Definir a Dios como Trinidad es abrir una ventana sobre el Abismo, para simplemente asomarnos un poco y tartamudear sobre este Misterio.

Dice Gregorio de Nisa: “En esto está de hecho el verdadero conocimiento de lo que buscamos, en este ver en no ver porque lo que buscamos supera todo conocimiento, rodeado por todos lados de incomprensibilidad, como de la oscuridad.”

Al Obispo de Nisa se suma el obispo de Hipona, San Agustín que, hablando de Dios dice: «Si crees haberlo comprendido, te dejaste engañar por tu imaginación. Si lo has comprendido, entonces no es Dios.

En resumen, el Dios uno y trino es sólo un aspecto de la realidad inefable, incomprensible, inaccesible de Dios. Todo intento de hablar de Él es legítimo, porque si de algo no hablamos, éste termina por desaparecer. Por otro lado, es necesario hablar de Él en la firme convicción que ningún concepto, dogma o palabra puede acotar lo infinitamente trascendente, como afirma Dionisio el Aeropagita: “De Él se predica todo simultáneamente y a la vez no es nada de todo eso”.

La idiosincrasia de Dios, que parece abarcar en sí los opuestos, se evidencia claramente ya en el libro del Génesis. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz” (Gn 1, 1-3). Dios no solamente crea con su palabra, sino también con el silencio, con su Espíritu (viento de Dios) que vuela, aletea, incuba todo con su fuerza creadora.

Si Dios crea con la palabra y con el silencio, nosotros también podemos hablar y hacer experiencia de Él a través de la palabra, del pensamiento y también a través del silencio, de la contemplación, conscientes de que somos la morada de Dios.

Acercándonos con esta humildad a este Misterio, deseo para todos nosotros poder siempre experimentar el deseo de buscarle y la capacidad de dejarnos encontrar por Él.

Acercándonos con esta humildad a este Misterio, deseo para todos nosotros poder siempre experimentar el deseo de buscarle y la capacidad de dejarnos encontrar por Él; porque la fe no se resume en un conjunto de creencias sino, más bien, es la experiencia de nuestro encuentro con el Invisible que se deja ver, más allá de todas las ideas y construcciones que nosotros nos hemos hecho de Él.

Feliz búsqueda

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