La vocación – II Domingo T.O. Año B
La vocación, esta desconocida
Es interesante, este domingo, la conexión entre la primera lectura, en la que aparece la “vocación” de Samuel, con el evangelio de Juan, en el que hay tres “vocaciones” más, la de Andrés, de su hermano Pedro y de otro personaje anónimo y, finalmente, la primera carta de Pablo a los Corintios.
Primero ante todo, es necesario pararnos sobre lo que se quiere transmitir con la palabra “vocación”. Hasta hace poco ello se conectaba con los curas, las monjas, los religiosos o los misioneros en general. A este respecto, sentirse llamado, que es el significado del termino “vocación”, representaba ir detrás del Señor, dejándolo todo. Es lo que se quería decir cuando se afirmaba que alguien “tenía la vocación”.
Por suerte hoy, en parte, ha ido clarificándose el panorama en este aspecto y nos hemos dado cuenta de que la vocación no es algo exclusivo de curas o religiosos, sino de todos los cristianos y, yendo más lejos aún, afirmaría también que todo ser humano tiene una vocación, sin con esto caer en la equivocación de referirme al trabajo que nos hace felices.
Todos estamos en Dios
Por consiguiente, como Samuel en la primera lectura, todos nosotros estamos en el Templo, que para los judíos era el lugar en el que Dios estaba en medio de su pueblo. Nosotros estamos en el Templo, a saber, estamos en Dios, en él vivimos y nos movemos, muchas veces sin darnos cuenta y perdiendo muchos elementos enriquecedores que se nos pasan desapercibidos.
Estamos en Dios, pero no solos. Samuel tiene a Elí, Andrés y su otro compañero sin nombre (el símbolo de todos nosotros) tiene al Bautista así como Pedro tiene a Andrés. Esto significa que es también gracias a la ayuda de los demás que yo puedo ver, escuchar, comprender a lo que estoy llamado a ser, no porque otros me tienen que decir lo que tengo que hacer, sino porque hay alguien que, como yo, está haciendo mi mismo recorrido y puede echarme una mano.
El Espíritu nos habla…
Y, entonces, ¿a qué estamos llamados? A saber escuchar, saber ver, saber entender, saber captar los signos de los tiempos que son el lenguaje del Espíritu que nos habla. Samuel percibe algo y Elí le ayuda a comprender; Andrés y su compañero están en busca de algo más y el Bautista le indica la dirección, así hace Andrés con Pedro.
…desde dentro…
Todo parece muy fácil, pero en realidad detrás de cada vocación hay un continuo proceso, una búsqueda sin fin, un ir a tientas porque el camino no está claro y señalizado, sino que se hace al andar. Lo que importa, a fin de cuentas, es que las respuestas no están fuera de nosotros, sino que toda verdad que nos atañe está ya en nuestro interior, como bien afirma san Pablo en la segunda lectura: nuestro cuerpo, es decir, nuestra persona, es Templo del Espíritu y esto significa que aquello que nos guía, nos ilumina y nos lleva a plenitud no se encuentra afuera, sino en lo más profundo de nosotros mismos.
Lo que es necesario, entonces, es saber escucharnos y comprendernos, para ver, intuir hacia dónde estamos llamados a realizarnos. Estar en en Templo (1ª lectura) y estar en la casa con Jesús (evangelio), entonces, van a representar lo mismo, a saber, comprender que, estemos dónde estemos, ya estamos en Dios, en comunión con él y que él está en nosotros (2ª lectura). Desde esta convicción existencial, todo lo demás viene y se construye en esta seguridad y paz interior, donde los fracasos y los éxitos en nuestras decisiones son la forma que nos permite crecer y ser lo que somos.
…para descubrir nuestra vocación, su voluntad…
Cuando con el Salmo 39 repetimos: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”, entonces, no estamos indicando que hay algo/alguien que desde fuera nos dice lo que hay que hacer, sino que lo queremos expresar es que “hacer la voluntad de Dios” es hacer emerger desde dentro de nosotros aquellos talentos, aquellos tesoros que están allí desde siempre y que están esperando a que tomemos consciencia de ellos, para nuestro auténtico bien y el de los demás.
…que es un nacer de nuevo
Cuando somos capaces de conectar con estos talentos, con nuestro ser más profundo, con este fuego del Espíritu, es entonces que llegamos a una nueva etapa en nuestro camino de plenitud como hijos de Dios, imágenes del Padre, “alineados” con nuestra vocación. Al final, dicho de otra forma, estar alerta para descubrir nuestra vocación es lo que Jesús, en el cuarto Evangelio hablando con Nicodemos, define como un nacer de nuevo. Porque toda vocación implica siempre un camino de transformación interior.
1 Sam 3,3b-10. 19: Habla Señor, que tu siervo te escucha.
Sal 39: R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
1 Cor 6,13c-15a.17-20: ¡Vuestros cuerpos son miembros de Cristo!
Jn 1,35-42: Vieron dónde vivía y se quedaron con él.