La pasión – Domingo de Ramos Año B

La pasión – Domingo de Ramos Año B

Dos reflexiones sobre la Pasión

En este domingo de Ramos se nos propone la lectura de la Pasión según san Marcos y en esta reflexión quisiera quedarme con dos puntos para mi relevantes, así que voy a empezar sin rodeos.

Cuando hablamos de la Pasión, nos viene a la mente su primer significado, conectado al sufrimiento, al padecer, al dolor. Las lecturas, de hecho, confirman todo ello, puesto que la primera, del profeta Isaías nos habla del siervo que sufre, el salmo 21 describe al justo perseguido y la carta de Pablo a los Filipenses presenta a Cristo Jesús que, de condición divina se hace semejante a los hombres, obediente hasta la muerte en la cruz y exaltado como Señor por Dios Padre.

En este paradigma, nos movemos dentro del binomio muerte-exaltación, dolor-gloria, cruz-entronización, muerte-pascua de resurrección. Nada hay de malo en todo esto, es lo que también encontramos en las Escrituras.

La Pasión de Dios para nosotros

Sin embargo, si quiero salirme de esta forma de pensar y comprender la fe, puedo sentir el eco de este versículo de Jn 3,16: Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Tanto Dios ama al mundo, tanta pasión tiene por él que está dispuesto a hacer locuras: de eterno se hace sujeto al tiempo, de fuerte se hace débil, de santo y alabado a maldito y escupido.

La Pasión nos recuerda que la buena noticia es buena porque Dios se vuelca en su sobreabundante amor para que nadie se pierda. La salvación, entonces, la plenitud u otros sinónimos alternativos, no es el simple fruto del esfuerzo humano, sino que es el reconocer la primacía del don. Primero ante todo está aquello que se nos regala, que se nos entrega, el amor, el Dios que se nos da totalmente y solo desde esta perspectiva, que nos toca por dentro, solo así nos alcanza la salvación, como proceso de transformación interior que se traduce en un corazón que sabe amar y donar.

La Pasión como no violencia

Llegamos, entonces, al segundo punto que quería tratar en esta reflexión, y que conecta la pasión con la no violencia. Todo el relato de la pasión, de hecho, es una historia en la que Jesús no opone resistencia y no responde a la violencia con agresividad.

La pasión es, entonces, el resumen de un corazón capaz de amar hasta no poder odiar a los que le atacan y le conducen a la muerte. Es la historia de un corazón que se siente tan unido al Padre y a los hermanos que no puede ir en contra de los hermanos porque iría en contra de su Padre y, por consiguiente, en contra de sí mismo.

Esta realidad nos debería hacer pensar en lo que concierne nuestras relaciones en el día a día, así como a un nivel más internacional, en el que vemos que las guerras se multiplican con gran facilidad. 

La fraternidad universal

Nos falta aún un gran avance en lo que concierne la conciencia de ser todos hermanos, la capacidad de vernos todos de la misma carne, todos habitantes de una casa común, no enemigos, extraños, contrincantes, sino personas que tienen madres, padres, hijos, hermanos, nietos, sobrinos, esposas y maridos, en resumen, todos más semejantes que diferentes.

El ejemplo del pastor de los ovejas

Esta conciencia se trabaja, se entrena, se cultiva a la escuela del modelo por excelencia, Cristo Jesús. Si Dios es amor (1Jn 4,7) y Jesús es el amor del Padre, nosotros no podemos que amar del amor que nos ama primero. Un amor que no se dirige solo a los que responden con amor, sino que apunta más aún hacia aquellos que lo rechazan o están perdidos, como en la narración del pastor que va en busca de la oveja perdida y que en la puerta santa de la basílica de san Pedro en el Vaticano está representada con un pastor que arriesga su vida con el peligro de caer de la roca con el fin de rescatar aquella que se ha quedado enredada.

Conclusión

Estas son, en otras palabras, las dos reflexiones que surgen en mi al asomarme al relato de la Pasión. Este no es simplemente la historia del maestro y Señor que muere por nosotros, sino también la historia de un Dios que nos ama hasta darse totalmente y que nos muestra que, así como el fuego no se apaga con el fuego y el agua no se seca con el agua, de la misma forma la violencia no se resuelve con la violencia y ello implica un corazón renovado por un amor que nos transforma por dentro, haciéndonos nacer nuevamente.

Is 50,4-7: No escondí mi rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado

Sal 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Flp 2,6-11: Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo.

Mc 14,1-15,47: Pasión de nuestro Señor Jesucristo.

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