La casa de Dios – IV Domingo de Adviento Año B

La casa de Dios – IV Domingo de Adviento Año B

David y la casa de Dios

En este cuarto domingo de Adviento, la primera lectura nos muestra al rey David empeñado en querer construir una casa para el Señor. ¿Cómo puede ser, se pregunta David, que yo viva en una casa de cedro, mientras que mi Dios (el Arca de la Alianza) esté bajo una tienda? Es algo que choca con su sensibilidad y que le empuja a querer construirle un Templo.

La respuesta de Dios es más que clara: ¿qué templo puede contener a Dios, él que es el autor de todo lo que existe? ¿Acaso se le puede construir una casa digna de su majestad y gloria? ¿Algo construido por manos de hombres puede estar a la altura de Dios? O, lógica pregunta, ¿Dios necesita realmente de un techo donde estar, o somos nosotros que lo necesitamos?

David, al fin y al cabo, es figura de todo creyente y el profeta Natán lo explica sin ambigüedades: el creyente piensa hacer algo, construir y edificar el proyecto de Dios, mientras en realidad es Dios que siempre tiene la iniciativa y es él que lleva las riendas, actuando a través de nosotros  para que podamos aportar nuestro grano de arena, si seguimos las coordenadas que ya él ha preparado. Nuestra vida de fe es, entonces, una respuesta a un don de Dios que siempre nos precede y nos sorprende. En este caso, David quería construir una casa para él y, sin embargo, es él que promete construir una casa y un reino para Israel.

María, la casa de Dios

Esta iniciativa de Dios, que sorprende y pone nuestros planes patas arriba, alcanza su singularidad y grandeza en la joven María. Ella no es una rica princesa o una mujer famosa de alguna ciudad importante del Imperio romano. Más bien, María es una chica muy joven, de familia humilde, cuya familia de origen no destaca por su notoriedad y cuyo lugar de nacimiento, Nazareth, no es sino una pequeño pueblo con muy pocos habitantes.

En estas condiciones de anonimato y humildad, Dios decide establecer su tienda en medio de nosotros, haciendo de María su nueva casa, el templo perfecto para mostrar su humanidad. Llegado a este punto me parece correcto pararme un poco para hacer unas cuantas reflexiones.

Un texto que leer al revés

Leyendo el Evangelio de la Anunciación según Lucas, podemos resumir lo siguiente: 1) el ángel se presenta ante María (después de la introducción que nos hace el autor para darnos a conocer a María y explicarnos su situación); 2) ella, sorprendida y preocupada por tal experiencia es consolada por el ángel que la define como llena de gracia y digna de los favores de Dios; 3) el ángel le anuncia lo que le va a suceder; 4) María pregunta cómo es posible todo aquello que está escuchando, puesto que ella no ha hecho nada; 5) el ángel le explica que nada es imposible a Dios y, finalmente, 6) María se abandona en Dios y confía en su plan, lo que se conoce como el “fiat”.

Ahora intentamos leer lo ocurrido al revés: 1) María (introducción) es una chica que se abandona a Dios y a su plan, haciendo hueco en su vida a aquello que Dios puede querer de ella; 2) es claro que ello no se debe simplemente a los “méritos” de María, sino a la labor del Espíritu en ella, que la amolda para que Dios viva en su existencia y la llene de gracia, a saber, esté intensamente unida a él; 3) esta unión y esta gracia permiten que la vida de María  se abra a lo inesperado y a lo imprevisible, lo nunca pensado, es decir, lo que Dios tiene pensado construir y que supera todos los planes; 4) María que se dedica, en unión con el Espíritu Santo, a vivir como esclava de su Señor, no dueña de su existencia, no puede sino que dar resultados maravillosos e imposibles de creer, llegando a ser el lugar en el que Dios “decide” construir su casa y hace visible su plan de amor y cercanía con el ser humano; 5) es claro que esto no impide que María siga turbándose y alegrándose por las cosas que ocurren en su vida y porque ella se siente incapaz de obrar maravillas, y solo puede acoger en su corazón y en todo su ser las maravillas que le llegan como un don de amor.

Nosotros, la casa de Dios

Este intento de lectura al revés nos muestra, en este tiempo de Adviento, como María se transforma en modelo para nosotros. Como ella, nosotros también estamos llamados a generar a Dios en nuestra vida, en nuestros corazones, en nuestro cuerpo. Ya s. Pablo nos recordaba que somos templo del Espíritu y esto nos lo recuerda la misma experiencia de María.

Humildad y alegría, paciencia y confianza, flexibilidad y amor, valentía y apertura al misterio son los ingredientes para que el Espíritu pueda trabajar en nosotros y nosotros podamos ponernos a la escucha de los signos de los tiempos, ese ángel que anuncia que Dios sigue viviendo con, en y para nosotros, en la espera de encontrar un hueco cada vez más grande en nuestras atareadas existencia.

Conclusiones

María, con valentía y abandono se ha transformado en casa de Dios, mostrando que nada es imposible cuando nos dejamos moldear por él. Siguiendo su ejemplo, nosotros también podemos dejarnos transformar por el Espíritu en la casa en la que Dios quiere venir a habitar, para llenarnos de gracia y poder hacer visible Dios entre los hombres, ese Emmanuel que fundamentalmente es el título de Jesús, el Cristo, y que nosotros también estamos llamados a encarnar, algo posible solo si nos abrimos a la acción silenciosa e invisible del Espíritu Santo.

2 Sam 7,1-5.8b-12.14a.16: El reino de David se mantendrá siempre firme ante el Señor.

Sal 88: R/. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.

Rm 16,25-27: El misterio insondable en secreto durante siglos eternos ha sido manifestado ahora.

Lc 1,26-38: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo.

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