El buen pastor y la autoridad en la Iglesia- IV Domingo Pascua Año A

El buen pastor y la autoridad en la Iglesia- IV Domingo Pascua Año A

El concepto encierra, la imagen libera

En muchos momentos de su evangelio, Jesús es definido como la via, la verdad, la vida, la vid, la puerta, el cordero de Dios. Todas estas y otras expresiones no son conceptos, definiciones de Jesús, sino intentos de darnos la idea de quién es él. Mientras la definición es una expresión que quiere exponer con claridad las características del objeto de nuestro interés, la imagen sugiere un acercamiento, da una propuesta de significado, sin cerrarla por completo. De esta forma, la imagen, o analogía, deja abierta la puerta a una mayor riqueza de sentido, porque la realidad, el ser humano y Dios son misterios que no pueden ser contenidos en conceptos estáticos.

Jesús, puerta del redil

En este marco que nos ayuda a entender mejor el estilo narrativo del Evangelio, Jesús es presentado como la puerta de ese redil, el acceso a su comunidad. Este acceso no es físico, sino que hay que entenderlo en sentido de configuración a su estilo. En otras palabras, son responsables auténticos de su comunidad solo aquellos que entran por la puerta de Jesús, a saber, que viven una vida de servicio, de amor incondicional, de búsqueda del bien de la comunidad, de entrega de la propia vida.

Entrar por la puerta que es Jesús significa ser como él, a su medida y solo así la comunidad escuchará a aquellos que se hacen responsables de ella, porque entienden que están allí para cuidar de los bautizados, de los que quieren seguir a la escuela de Jesús.

Una autoridad que hace estragos

Claro está, cómo nos recuerda el evangelio de este domingo, que no todos aquellos que están o quieren estar a cargo de la comunidad se amoldan al espíritu de Jesús. Ellos son lo que no entran por la puerta y que saltan por otra parte. ¿Por qué? Porque su intención no es servir, sino servirse de, buscar los intereses propios, aún a expensas de los hermanos. Pongo aquí solo algunos ejemplos: protagonismo, narcisismo, legalismo (poner pesadas cargas sobre los demás y reducir el camino cristiano en acatar normas), búsqueda de poder, de dinero, de prestigio, de privilegios, de comodidad. En otras palabras, no anunciar y dar testimonio de Jesús, sino de sí mismo.

La auténtica autoridad que libera

Estos son los ladrones que hacen estragos dentro de la comunidad, que entran para robar y matar, para encerrar, reducir, sofocar la novedad del Espíritu. El verdadero pastor, sin embargo, es aquel que, como Jesús, se preocupa de comunicar vida, que fomenta la libertad de los cristianos, de les ayuda a crecer y madurar, a establecer relaciones liberadoras consigo mismo y con los demás, que camina detrás de ellos, en medio de ellos y delante de ellos, según el momento vaya pidiendo una forma u otra de acompañamiento.

El evangelio de este domingo, entonces, nos pone de manifiesto la forma con la que Jesús quiere que se ejerza el papel del liderazgo en la comunidad. La autoridad no es aquella que domina y se impone con la fuerza, sino que es la capacidad de acompañar, de hacerse prójimo, de liberar y hacer madurar, para tener vida abundante. 

Si tu forma de vivir el cristianismo te sofoca, te parece oprimente, es muy probable que algo no funciona. No quiero decir que seguir a Jesús es un camino de rosas, porque en realidad amar es exigente, pide un compromiso sin reservas, pero desde luego no es un camino impuesto o un conjunto de reglas que observar.

Conclusión: la autoridad que pedir

Deber del cristiano es, entonces, pedir pastores cuya voz sea la del Maestro. Aquellos que siempre se quejan del mundo, de que la Iglesia es víctima y tiene que defenderse, de que ella no puede cambiar porque es de institución divina, olvidando que ella vive en la historia, que siempre fluye. Porque “a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Solo si el cristianismo se transmite como vida que libera y hace madurar, solo así podrá atraer y fecundar, porque será alimento para una humanidad que se siente reconocida y nutrida, tocada por un mensaje que siente suyo, como lo expresaban los dos discípulos de Emaús: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”

Hch 2,14a.36-41: Dios lo ha constituido Señor y Mesías.

Sal 22: R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

1P 2,20b-25: Os habéis convertido al pastor de vuestras almas.

Jn 10,1-10: Yo soy la puerta de las ovejas.

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