Jesús, Mesías libertador interior – V Domingo T.O. Año B

Jesús, Mesías libertador interior – V Domingo T.O. Año B

Los propósitos del evangelio según san Marcos

Desde el mismo comienzo de su evangelio, Marcos apunta al objetivo de su escrito: mostrar que Jesús es el Cristo, el Mesías y el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1). Por consiguiente, él estructura su evangelio en dos partes: en la primera va a demostrar la mesianicidad de Jesús y ello encuentra su punto álgido en la declaración de Pedro: Tú eres el Mesías (Mc 8,29). En la secunda parte, el evangelista va a expresar que Jesús es el Hijo de Dios, declaración que solo se puede comprender conectada al evento de la cruz. Es aquí que el centurión, “que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39).

Las esperanzas de un libertador político entre los judíos del tiempo de Jesús

Ahora, nosotros nos encontramos en la primera parte, en la que Marcos nos habla de Jesús como el Cristo. Esta palabra recordaba en la mentalidad de un judío del siglo I la figura de un libertador a la manera del rey David. Este, ungido por el profeta Samuel, había luchado contra el gigante filisteo Goliat, ganándole, así como había conseguido mantener a raya a los pueblos enemigos de Israel, dando a su pueblo una monarquía estable y fuerte, libre e independiente.

Bajo la dominación romana, entonces, el título de Mesías despertaba las esperanzas de un pueblo subyugado por un imperio enemigo y pagano que reinaba sobre el pueblo escogido por Dios y sobre un territorio que Dios había prometido a Abraham. Todos estos elementos hacían despertar en el pueblo la sed de libertad y de independencia, de revancha contra un imperio que se hacía respetar con la fuerza y que no entendía nada de lo que era el plan de Dios, en cuanto estos romanos no hacían más que adorar a unos ídolos.

Jesús, un Mesías diferente

Marcos, sin embargo, es un muy hábil escritor y quiere subrayar que esta tipología de Mesías, a saber, de libertador político, no se conjuga bien con el estilo de Jesús. Él no ha venido a solucionar temas de dominio territorial, ni va a ser un Mesías a la manera de David. Su estilo es muy diferente y de aquí el típico “segreto” mesiánico que aparece en el evangelio según Marcos, en el que Jesús ordena a sus discípulos (o a los espíritus impuros) que no revelen su identidad, para que la gente no se haga falsas ilusiones: “Como los demonios lo conocían, no les permitía hablar”).

El Dios “libertador”

Entonces, ¿Qué Mesías nos presenta Marcos? Porque es frecuente encontrar que en la Biblia Dios es el “goel”, palabra hebrea que se refiere a aquel que libera, redime, saca a otra persona de sus deudas, de su esclavitud o, en general, de una situación degradante. Los parientes más próximos tenían la obligación de rescatar a ese familiar que había caído en la miseria o estaba a punto de y, en sentido absoluto, Dios era el “redentor” de su pueblo, como dice el salmo 146: “El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel. Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados”.

Jesús, reflejo del Padre, libertador interior

Marcos, entonces, en esta linea de lectura, nos presenta a Jesús como el redentor, el libertador, no en sentido político, material, exterior, sino en sentido interior, existencial. No tenemos, sin embargo, que caer en la tentación de leer las curaciones y las expulsiones que Marcos nos propone en sentido literal. Lo que quiero decir, entonces, es que estar con Jesús, seguirle, creer el él no nos quita los sufrimientos, los momentos de crisis y dificultad, sino que nos permite enfrentarnos a ellos de forma nueva, con otra óptica, fruto de un trabajo interior que con él estamos llevando a cabo y que nos libera interiormente.

Una lectura al pie de la letra de este texto (así como de otros de la Biblia) nos llevaría a pensar que estar con Jesús nos libera y nos sana de nuestras enfermedades (la fiebre de la suegra de Pedro), de nuestros males físicos o psicológicos. Sin embargo, si desgraciadamente eso no ocurre, entonces nuestra fe empieza a tambalear, porque la realidad nos muestra otras “pruebas”.

Por ende, si Jesús quería “liberar” al judío de a pie de esta expectativa política, hoy nosotros estamos llamados a liberarnos de esta expectativa miracolística. No se trata, entonces, de invocar a Dios para que nos libere de las dificultades, sino de pedirle que podamos vivirlas como Jesús las ha vivido. El ejemplo más claro se resume en la frase del Huerto de los Olivos: “¡Abba!, Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres” (Mc 14,36).

Caminar con Jesús es ir por arenas movedizas

Caminar con Jesús, entonces, significa practicar un abandono confiado, como el hijo en los brazos de sus padres. No se trata, sin embargo, de adquirir una actitud pasiva o fatalista, como si todo lo que nos ocurre es necesario asumirlo tal como viene, porque expresión de un plan “divino” a nosotros desconocido. Se trata, entonces, de saber discernir, de aprender a practicar una visión crítica y madura de la vida, pro-activa y al mismo tiempo confiada, según el estilo de Jesús. Él, el Mesías que nos desestabiliza, ha venido a desmontar nuestros esquemas, a poner patas arriba nuestras formas de pensar y actuar y nos llama a dejarnos liberar de una manera de vivir que hemos hecho nuestra y que, sin darnos cuenta, nos esclaviza, nos enjaula y nos crea sufrimiento.

Conclusión

Estas son, en mi opinión, las enfermedades y los demonios de los que Jesús nos libera, un Mesías libertador interior que nos capacita para que, vaciados de nuestro ego que quiere aferrarse a cualquier cosa para mantenerse a flote, podamos dejar espacio al Espíritu que habita en nosotros y así dejar brillar la luz que nos llama a ser pescadores de hombres. Este Mesías, entonces, no viene para liberarnos del dolor y de las dificultades, sino para hacernos comprender que, incluso a través de estos dolores y dificultades, podemos llegar al fondo de nosotros mismos, para descubrir quiénes somos, a qué estamos llamados para, así, poder empezar a servir, como la suegra de Pietro.

Job 7,1-4.6-7: Me harto de dar vueltas hasta el alba.

Sal 146: R/. Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.

1 Cor 9,16-19.22-23: Ay de mí si no anuncio el evangelio.

Mc 1,29-39: Curó a muchos enfermos de diversos males.

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