Fidelidad creativa – Ascensión del Señor Año C
Hch 1,1-11: A la vista de ellos, fue elevado al cielo .
Sal 46,2-3.6-7.8-9: Dios asciende entre aclamaciones; el Señor al son de trompetas.
Ef 1,17-23: Lo sentó a su derecha en el cielo.
Lc 24,46-53: Mientras los bendecía, fue llevado al cielo.
“Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo”? Relata el redactor de los Hechos de los Apóstoles que estos últimos se habían quedado pasmados mirando al cielo, mientras Jesús volvía al Padre. Una Iglesia que se queda parada, mirando a Dios, es una comunidad que está abocada al fracaso.
A lo largo de sus dos mil años de vida, la comunidad cristiana ha pasado por distintas etapas de crecimiento, de baches, de sombras y de pruebas. Sin embargo, desde el comienzo, el mismo Jesús había dicho lo siguiente: “os aseguro que el que crea en mí hará también lo que yo hago, e incluso cosas mayores. Porque yo me voy al Padre” (Jn 14,12).
¿Qué significa todo esto? Mirando a los evangelios, comprendemos que Jesús no dejó nada por escrito y muchos fueron los temas a los que su comunidad tuvo que hacer frente y que su maestro ni siquiera había previsto. Esto ha llevado a la Iglesia a la difícil tarea de interpretar la realidad que se le iban presentando a la luz de los gestos y de los dichos de Jesús, en la confianza de no estar sola, porque ayudada por el Paráclito.
En otras palabras, desde sus comienzos la primera comunidad cristiana ha descubierto el carácter pneumatológico de la realidad: todo es imbuido por el Espíritu, empezando por Jesús.
Él es el hombre permanentemente guiado por el Espíritu, porque ya su mismo ser está intimamente relacionado con el Espíritu. Es Éste que lo resucita y lo glorifica (Rm 8,1), porque ascender y resucitar pueden parecer momentos distintos pero en realidad son elementos que indican lo mismo, o sea que Jesús, encontrándose con la muerte, no se queda atrapado por ella porque ya pertenece al ámbito de lo divino, donde la Vida ingloba también la muerte, superándola.
Este mismo Espíritu es también Aquel que los discípulos reciben de Jesús y que les permitirá seguir edificando el Reino que el maestro de Galilea había empezado a construir. Es gracias a este Espíritu que la comunidad cristiana está llamada a ser fiel a la buena nueva que Jesús anunciaba y vivía, pero la fidelidad tiene que ser creativa y no una simple repetición de las palabras y de los gestos de Jesús.
¿Se puede ser fiel y contemporáneamente incluir el cambio? La respuesta es ¡si!
Si somos fieles al Espíritu y no a la letra, entonces podemos ser creativos y también fieles, porque la fe no es un objeto de museo, un elemento que se nos da y que es independiente del tiempo y del espacio. La fe, de hecho, es siempre contextualizada, una fe que se incarna en una epoca, una cultura y una cosmovisión que van cambiando. Cambian los problemas y no pueden no cambiar también las respuestas (o sea la fe).
Un ejemplo lo encontramos en Hch 15, 1-35, en el famoso y así llamado Concilio de Jerusalén. Los discípulos del Resucitado se encontraban con que cada vez más paganos querían seguir las enseñanzas de Jesús y entonces se empezó a discutir si era necesario o no que los no judíos tuvieran también que circuncidarse para acceder a la salvación o bastaba solo el bautismo y la fe en el Señor. Era un problema al que Jesús no había dado solución, simplemente porque hasta entonces no se había planteado nunca. La fidelidad creativa al mensaje del Resucitado permitió dirimir el asunto, y desde entonces la circuncisión dejó de ser obligatoria para los paganos, a pesar de que el mismo Jesús y los apóstoles estaban todos circuncidados.
Hoy día también hay muchos asuntos que interpelan a la comunidad cristiana y exigen de ella una fidelidad creativa, solo posible si se deja guiar por el Espíritu. No vale contestar con siempre “se ha hecho así” o “nunca se ha hecho y entonces no es necesario introducir novedades”. Hay temas que necesitamos encarar, como el papel de la mujer en la Iglesia, la necesidad de replantear el ministerio ordenado, la relación entre homosexualidad e Iglesia, como entre ésta y una sociedad cada vez más alejada del Cristianismo.
No podemos quedarnos plantados, mirando al cielo. No podemos mirar al pasado, buscando seguridad en lo que siempre se ha hecho. La fidelidad creativa que viene del Espíritu nos llama a una seria reflexión sobre el tipo de Reino que Jesús quería implantar, para actualizar al día de hoy este Reino y actuar en consecuencia y no por simple repetición.
Es necesario movernos con la gente, escuchándola y comprendiendo sus problemas, sus pobrezas y necesidades. Solo si empezamos un camino de crecimiento junto al ser humano, dejando a un lado el quedarnos fijos mirando a Dios, solo esto nos permitirá vivir esta fidelidad creativa que nos reconectará con el mundo y volverá a dar luz y vida a una Iglesia que cada vez más pierde su fuerza de atracción.
Mi deseo es que este camino sinodal que la Iglesia ha emprendido pueda dar frutos de transformación, comunitaria y personal. Que guiados por el Espíritu, podamos aprender a leer los signos de los tiempos para que la Vida del Evangelio fluya a través de nosotros y pueda fecundar el ambiente que nos rodea y así ser el sal de la tierra que Jesús quiere de nosotros.