Escogido y enviado por gracia – XV Domingo T.O. Año B
Amós, profeta escogido y enviado por Dios
La primera lectura de este domingo nos habla del profeta Amós. Él, simple pastor, hijo de pastores, es escogido por Dios y enviado a anunciar su palabra, una palabra dura para el pueblo de Israel, vuelta a sacudirlo de sus transgresiones y a convertirlo.
El sacerdote Amasías invita a Amós a irse de allí, porque su mensaje molesta, es importuno, inquieta. No alaba a aquellos que ejercen el poder ni les conforta, en cuanto deplora sus acciones y la corrupción que les caracteriza.
El enviado y su conciencia
Sin embargo, Amós rechaza el consejo del sacerdote Amasías, afirmando que él no puede pasar por alto la misión y el mensaje que está llevando a cabo, porque esta misión y este mensaje no son suyos, fruto de su imaginación y capricho, sino que los ha recibido, los ha descubierto, desde lo más hondo de su ser.
Él era un pastor y el Señor lo ha escogido y lo ha enviado como profeta, arrancandolo de su rebaño. Ir contra esta vocación, esta llamada, significaría para él ir contra si mismo, ir contra su conciencia, ahora que él ha descubierto lo que da sentido y plenitud a su vida.
La historia de Amós nos recuerda que encontrar al Señor y descubrir nuestra vocación nos infunde valentía y confianza, fortaleza y libertad interior, transformándonos en mujeres y hombres nuevos, capaces de hacer cosas que antes ni siquiera imaginábamos y ser, entonces, nuestra mejor versión.
Dios, fuente de toda gracia y don
En esta misma linea encontramos la segunda lectura, de Pablo a los Efesios. En esta carta, el autor es claro en afirmar que Dios nos ha elegido, a todos nosotros, en Cristo, antes de la creación del mundo, para estar con él, todos juntos en la comunión de amor. Si somos sus hijos, y lo somos, es por su iniciativa, por su don y por su gracia.
Dios, en otras palabras, siempre nos precede y se anticipa a todas nuestras acciones con sus dones. Es la experiencia que todo ser humano y toda creatura puede hacer, en cuanto todos nacemos rodeados de algo y alguien, un contexto que nos precede y que nos permite construir lo que somos, apoyándonos en él.
La redención, la fuerza del enviado
El don fundamental es la redención, la toma de conciencia de que nada ni nadie puede hacernos daño, porque ya hemos sido liberados. No significa que el mal, las tinieblas o la noche no existan y no tengan ningún efecto sobre nosotros, sino que el cristiano sabe que Dios es padre/madre que ama, que quiere lo mejor para sus hijos y desde esta confianza nosotros podemos afirmar que todo lo que nos ocurre puede hacernos más fuertes, más libres, más empáticos, mas humanos, si así lo escogemos y dejamos que el Espíritu actúe en nosotros.
Y como todo don es también una tarea, he ahi que llega el evangelio. Aquí Marcos nos recuerda que Jesús llama a los Doce, la comunidad, para enviarla. El cristiano que forma parte de una comunidad y que de ella ha recibido la fe y en ella se ha formado, se siente escogido y, ahora, enviado como los Doce del Evangelio.
Enviado ¿para qué?
Pero, ¿enviado para qué? Nos dice Marcos, para predicar la conversión, echar demonios y curar a los enfermos. El creyente es enviado a anunciar algo que ya está viviendo, un cambio de mentalidad y de creencia que le ha dado nueva vida y le ha despertado del sueño en el que estaba. Que existe una fuente de amor que todo ama y todo perdona y que devuelve a la vida.
En este sentido, el creyente es enviado a anunciar que, desde este punto de partida en el que nos encontramos, es posible pensarnos de otra forma, más fraternal y solidaria; es posible crear nuevas formas de relación, fundadas sobre la ayuda mutua y la generosidad; es posible vernos como los constructores y artesanos de ese reino de Dios, para ser una familia unida, en la diversidad de culturas y etnias y en la unidad de origen y meta.
Enviado para anunciar, liberar y curar
Este anuncio, mira entre otras cosas a liberar y empoderar y, de esta forma, tiene por su naturaleza la fuerza de echar a los demonios que nos quieren mantener esclavos, a saber, los demonios del egoismo y de la soberbia, de la tristeza y de la negatividad, del narcisismo y de la violencia, de la intolerancia y del miedo (entre otros).
El enviado, entonces, mientras se mantiene unido a la fuente de su transformación, colabora a que otros puedan ver transformada su vida, desde dentro hacia fuera, espiritual y fisicamente, porque la conversión involucra a toda la persona, en todas sus facetas.
Un enviado siempre en camino
Y lo hace solo con un bastón y unas sandalias, elementos que nos dicen que el enviado es escogido para ser itinerante, para la dinámica del camino, porque no puede pararse, no puede decir: “por fin he llegado al puerto seguro” en cuanto el creyente no puede dejar de interrogarse y sacudirse, sin creerse ya al final del camino.
Nada de pan, ni de alforjas o de dinero, como tampoco túnica de repuesto, expresión que Marcos usa para decirnos que el éxito del anuncio no se fundamenta sobre el merito y los recursos de quien anuncia, sino que es eficaz en si mismo, por el contenido del mensaje mismo, siempre que el anunciador sepa transmitirlo en un lenguaje comprensible por sus oyentes, para que el Espíritu pueda así seguir renovando por dentro.
Conclusión
Las lecturas de este domingo, por ende, nos recuerdan que la Iglesia toda, es decir, todos sus miembros, estamos llamados y escogidos, así como todos y cada uno de nosotros es enviado para la misión, la de anunciar con la vida y con las palabras que el encuentro con Jesús nos ha cambiado la vida y que su mensaje, lejos de ser un código de leyes que observar, es un tesoro de consejos, Cristo mismo, hacia una vida plena, una vida con sentido y una vida sin fin.