Despertarse del sueño – I Domingo Adviento Año A

Despertarse del sueño – I Domingo Adviento Año A

Despertarse del sueño

En este primer domingo de Adviento, la segunda lectura y el evangelio nos hablan de un mismo tema. Así dice Pablo a los Romanos: “Comportaos reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño. En la misma linea, según los que nos transmite Mateo, Jesús dice: “Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa”

Pablo, así, hace hincapié en la importancia de reconocer lo que estamos y estoy viviendo, lo que pasa en mi vida. Pablo nos llama a comprender que la fe no trata fundamentalmente de doctrinas que confesar. La fe es un camino experiencial, en el que se me pide que tome conciencia de quién soy, de mis talentos, de mis debilidades, de mis luces y sombras, porque el conocimiento de mí mismo es la puerta de acceso a Dios. Celebre es la frase de San Agustín: “¡Oh Dios, siempre el mismo!, conózcame a mí, conózcate a ti. He aquí mi plegaria”.

Estar en vela

En este sentido, entonces, podemos leer la metafora que hace Jesús con respecto a la casa, al  sueño del propietario y al ladrón que entra por un boquete. De hecho, podemos dormir por dos razones: por ignorancia y por distracción. En otras palabras, puedo desconocer lo que pasa por falta de conocimiento y también porque otras cosas capturan mi atención.

En el caso del ladrón, hemos de imaginar que éste decide robar porque sabe que allí hay algo valioso. Si la casa es nuestra vida, nuestra persona, nuestro camino de crecimiento, el tesoro es nuestra interioridad. De hecho, sabemos que somos templo del Espíritu, es decir, en nuestras profundidades Dios nos habita con un manantial de vida y abundancia.

Es así que, entonces, nuestra interioridad es el tabernáculo que hemos de cuidar y cultivar. Es aquí, sin embargo, que por ignorancia puedo no ser consciente del tesoro que llevo dentro. También puede que la multiplicidad de ruidos y distracciones que vienen de un día día muy acelerado me hagan despistar y así empiece a dar prioridad a lo urgente (lo cotidiano) a detrimento de lo importante (mi interioridad).

En la metáfora de la casa, entonces, puede que el ladrón entre y la destroce, porque lo que está fuera de mi puede dañarme si yo no me conozco (no conozco la casa y sus puntos débiles y lo valioso que tengo dentro) y también porque me dejo distraer, permitiendo así que cualquiera desde fuera acceda en mi interior.

Del sueño a la vida

Y un poco lo que pasa si tenemos un huerto; si lo cuido, planto las semillas cuando sea su tiempo, trato la tierra como lo necesita, buscando remedios para las malas hierbas, los insectos y las plagas, el resultado será magnífico. Si por el contrario planto semillas fuera de temporada, no riego la tierra según las necesidades de la planta y no me preocupo por las malas hierbas, es probable que los frutos de lo que he plantado sean muy escasos en cantidad y calidad.

En este comienzo de Adviento, entonces, estas lecturas nos recuerdan que lo fundamental son los pilares sobre que cimentar nuestra existencia y que estos pilares residen en nuestra interioridad. No puede haber ningún auténtico camino de fe si no nos tomamos en serio el crecimiento personal, que pasa por conocer mi cuerpo, mi mente, mi afectividad, hasta llegar a tender hacia las profundidades del misterio que nos habita y que nos da vida.

Es allí donde lo finito experimenta lo infinito, donde lo temporal puede tocar lo eterno y que necesita que tomemos conciencia de su existencia, para no vivir en un continuo sueño, anestesiados por las múltiples distracciones, que se nos presentan como la satisfacción para todos nuestros deseos. Tomar conciencia de esta realidad nos provocará un cambio de mentalidad (conversión), que nos hará dar cuenta de que somos nosotros los responsables de nuestra “casa” (mi vida, mis relaciones, el mundo que me rodea) y que la salvación es justo eso, despertarse de este sueño, para abrirnos al Amor y a la Vida que reside en nosotros. 

Is 2,1-5: El Señor congrega a todas las naciones la paz eterna del Reino de Dios.

Sal 121: R/. Vamos alegres a la casa del Señor.

Rom 13,11-14: La salvación está más cerca de nosotros.

Mt 24,37-44: Estad en vela para estar preparados.

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