Convertíos – II Domingo Adviento Año A

Convertíos – II Domingo Adviento Año A

Convertíos…

En este segundo domingo de Adviento, aparece el personaje de Juan Bautista. Vestido como un profeta, sin medias tintas, anuncia en voz alta: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Lo hace con imágenes y palabras muy fuertes: aquellos que no se convierten serán talados y echados al fuego y la paja, a diferencia del trigo (el fruto bueno) será quemado en el fuego.

Durante siglos, hemos usado este lenguaje para presionar el cambio; de allí el temor al infierno, al diablo y a todo lo que se conectaba con la damnación eterna. Esta forma de actuar, sin embargo, más que apuntar a la buena nueva (que es el Evangelio) de un Dios que nos ama a pesar de todo, se ha planteado sobre el temor y el miedo, transmitiendo la imagen de un Dios castigador, controlador y que nunca olvida.

…porque está cerca el reino de Dios

El “convertíos”, sin embargo, no se refiere fundamentalmente a un cambiar hacia doctrinas nuevas; no es de una conversión intelectual de la que está hablando Juan Bautista, sino de un cambio de mentalidad y de perspectiva. 

La vida no es un conjunto de eventos sin sentido, sino que ella es el libro que se va escribiendo para que podamos crecer y transformarnos. El Bautista habla de un reino que se está acercando, mientras que Jesús habla de un reino que ya está entre nosotros (Lc 17,21) y lo compara a un tesoro escondido en un campo y que aquel que lo descubre termina por vender todos sus bienes para comprar el campo y el tesoro enterrado en él (Mt 13,44).

El tesoro como reino de Dios

El tesoro, entonces, está en nosotros y solo lo podemos descubrir si estamos dispuestos a cambiar de actitud y de mentalidad. Fundamentalmente lo podemos descubrir como algo que nos he dado, pues no es fruto de nuestros méritos sino que es un don que reconocer. Solo cuándo lo reconozco ello me lleva al agradecimiento. Este tesoro nos dice que ya lo tenemos todo y que lo que hay que trabajar no puede centrarse en lo que nos ocurre, sino en la forma en la que interpretamos y valoramos lo que nos ocurre.

Sin duda, hay hechos personales y comunitarios que necesitan de un cambio y de una conversión, porque se fundamentan sobre intereses económicos, por ejemplo, que dañan a la mayoría de personas a favor de un pequeño grupo. Estas realidades hay que enfrentarlas también a escala colectiva, porque existen estructuras que no se pueden desmantelar con la acción aislada de unos pocos individuos.

Verdugos y víctimas

Sin embargo, en la mayoría de los casos, nos enfrentamos a realidades cotidianas en las que somos nosotros los responsables de que nuestra vida ande bien o mal. De hecho, podemos actuar en el papel de víctimas o de verdugos. En ambos casos, estos papeles nos llevan a un triste final, porque en el primer caso dejamos a los demás el poder de decidir por nosotros y en el segundo caso, nos apropiamos indebidamente de algo que no es nuestro, pisoteando a los demás, para fines egoísticos.

En ambos casos, el final es parecido: nuestra humanidad y nuestro potencial terminan quemándose, lo tiramos al traste porque pensarse como víctima nos deresponsabiliza y nos deja en un estadio infantil, mientras que actuar como un verdugo nos lleva al pensamiento opuesto: yo soy el absoluto y los demás tienen que hacer lo que yo diga. ¿Dónde terminan mis cualidades humanas? Aquí está el «convertíos».

El tesoro es vida y creatividad

Entre el verdugo y la víctima, sin embargo, están aquellos que deciden no imponerse ni tampoco doblegarse, sino que comprenden que dentro de si vive un fuego que les puede dar creatividad y vitalidad para enfrentarse a los retos de la vida. Este fuego, esta chispa, no se lo han dado ellos, sino que (usando un lenguaje bíblico) está en lo más íntimo porque somos imagen de Dios, el Dios de la vida y de la creatividad y estas características nos habitan dentro.

El Adviento como proceso existencial

Este periodo de Adviento, entonces, no dura cuatro domingos, sino que es un proceso de toda una vida en la que el Bautista nos recuerda todos los días: “convertíos”. Esta conversión de mentalidad nos tiene que ayudar a dejar el rol de víctima y de acusador, que genera agresividad y malestar, así como el rol de verdugo que, para no terminar víctima de los demás, transforma a estos en sus presas. 

Solo cambiando de mentalidad y trabajando el tesoro que llevamos dentro, solo así podremos construir este reino de Dios que nos habita y, junto a los demás, construir ese reino de Dios que es un nuevo modo de concebir las relaciones, fundamentadas en el respeto, en la ayuda mutua y en el don gratuito.

Is 11,1-10: Juzgará a los pobres con justicia.

Sal 71: R/. Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.

Rom 15,4-9: Cristo salva a todos los hombres.

Mt 3,1-12: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.

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