Bautizar o resistir – Ascensión del Señor Año B
¿En qué sentido bautizar es salvar?
Desde sus orígenes, el cristianismo se ha configurado como la verdadera religión, poseedora de la verdad y con la responsabilidad de bautizar y aumentar el número de fieles que forman parte de su gran familia. En España hay un modo de decir y pensar, fruto de un pasado que ha formado generaciones de creyentes, que afirma más o menos la idea siguiente: el niño no bautizado es moro (forma coloquial para hablar de los musulmanes) y una vez bautizado ya es cristiano.
Sin lugar a dudas, como pasa con todas las expresiones y los modos de decir de un lugar concreto, esta frase también es fruto del contexto. En este caso, la larga dominación musulmana y la correspondiente lucha entre los creyentes en Alá y los cristianos ha forjado esta idea que, sin embargo, esconde una realidad que el evangelio de este domingo parece recordarnos: El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.
No a las interpretaciones literales
Si nos quedamos en una interpretación literal de esta frase, entonces, el significado se podría resumir de esta forma: sólo los que se dejan bautizar se salvan, mientras que aquellos que no quieren, que se resisten, ellos están condenados. De allí también deriva la afirmación según la cual solo hay salvación dentro de la Iglesia (extra ecclesiam nulla salus), declaración que no hace más que dividir, separar y exacerbar las diferentes posturas entre creyentes y de estos en relación con aquellos que no creen.
Todo esto, sin embargo, tiene un peligro muy grave, a saber, el de hacernos perder el sentido profundo de las palabras que encontramos en el evangelio de este domingo de la Ascensión de Jesús. Porque bautizar no es el punto de llegada para la salvación, sino es, por un lado, el punto de llegada hacia un camino de transformación que un adulto ha querido empezar (y en lugar de su hijo, si es padre) y, por otro lado, el punto de partida de este mismo recorrido de conversión que va a durar toda su vida.
Don, agradecimiento y compromiso
En mi opinión, entonces, el camino empieza descubriendo que todo es don, que lo que tenemos y somos no es el simple fruto de nuestras acciones, sino que lo hemos recibido y nos permite ser lo que somos y actuar como, de hecho, lo estamos haciendo. Comprender la vida como don nos llama al agradecimiento y a la responsabilidad, hacia nosotros, hacia nuestros hermanos y hacia el mundo. También nos llama a reflexionar sobre el sentido de nuestra vida, de su origen y sobre un posible creador.
Esta actitud de reflexión, de descubrimiento, de agradecimiento y acción que transforma y nos transforma, porque habla de entrega y compromiso es ya un camino de conversión y es ya un tipo de bautismo, aunque no administrado por una persona autorizada de la Iglesia y sin ser en si mismo un sacramento, así como lo entiende el código de derecho canónico.
Salir de sí mismo es ya un bautismo
Sin embargo, desde un punto de vista antropológico y teológico, no se puede negar que este camino es ya un salir de si mismo, un dejarse habitar por el Espíritu, un sumergirse en la muerte y resurgir en la resurrección de Cristo. Es un camino en el que se busca dejar una visión ego-centrada, donde todo gira alrededor de mi mundo, de mis sentimientos, proyectos y perspectivas, para adherir a otra visión muy distinta, abierta a los otros y, porque no, al Otro.
Esta nueva visión es ya una forma de creer y, si finalmente se llegue a bautizar o no, no se puede negar que es una manera de abrirse a la vida con actitud auténtica, solar, vital, dinámica y esperanzadora. Este modo de vivir, esta creencia es ya el camino de la salvación, no porque lleva a actos que de por si solo salvan, sino porque todo empieza como camino de descubrimiento y de don, al que nos abrimos para recibir y que nos transforma por dentro.
Cristo como modelo de vida bautismal
¿Nos es, de hecho, la vida de Cristo, el paradigma de una existencia que se descubre como don recibido, que todo lo acepta de las manos del Padre, que responde con agradecimiento y que se transforma en respuesta responsable y comprometida? No es, de hecho, la vida de Jesús, el paradigma de una vida que es plena porque no retiene nada para si, sino que recoge para donar?
Pues es en este paradigma, que es Cristo, es en esta realidad que se fundamenta el bautismo y, entonces, bautizar representa también la toma de conciencia de esta verdad profunda que hemos descubierto, que brota en nosotros y que queremos hacer nuestra.
Resistirse a la vida
Quien se resiste, sigue el evangelio, será condenado. Aquí, sin embargo, la resistencia no es tanto el decir no a Cristo y a su mensaje. Tendríamos que preguntarnos, de hecho, cuantas personas hemos encontrado que se declaran en contra de Dios y de la Iglesia y, después de una larga conversación, hemos visto que ellos no rechazar tanto a Dios o a la Iglesia cuanto, más bien, una imagen que ellos se han creado o que se les ha transmitido que no convence o que no está al paso con las vivencias actuales.
El diálogo como herramienta necesaria
El diálogo, entonces, es nuestra arma más valiosa para comprender a nuestros interlocutores y poder ir al fondo de la cuestión. Porque el tema va más allá del simple bautizar, como acto en sí, o de una cierta resistencia al mensaje de la fe que podemos encontrar a nuestro alrededor.
Si navegamos hacia dentro y superamos la superficie en la que solo vemos diferencias o resistencias en nuestra Europa secularizada, pues encontramos un fondo común de búsqueda que nos hace comprender que todos tenemos mucho en común, porque llegados a una cierta edad empezamos a interesarnos por el sentido de la vida, por lo que nos puede hacernos vivir en plenitud, por lo que son las necesidades más profundas que brotan de nuestro interior.
Conclusión
Al fin y al cabo, ¿No buscamos todos ser felices? El problema está, más bien, en la manera de lograrlo. Si lo intentamos a costa del otro y no creemos que dando recibimos y tenemos vida, entonces nosotros mismos nos condenamos a una vida pobre, menos humana, cerrada, que va hacia la esterilidad. Si, al contrario, buscamos la felicidad con los otros, creemos, por ende, que la vida es un don que recibimos y que hay que donar también, abriendo nuestra vida al dinamismo expansivo que es constitutivo en ella.
Es en este sentido que podemos comprender mejor la frase que está recogida en el evangelio de Marcos: El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.