Como papel en el fuego – Asuncion de la Virgen María al cielo

Como papel en el fuego – Asuncion de la Virgen María al cielo

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que. en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:

«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

María dijo:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava”.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia” – como lo había prometido a “nuestros padres” – en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».

María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa. Lc 1,39-56

El otro día estaba preparando la comida: íbamos a hacer una barbacoa y yo estaba preparando la leña para encender el fuego. Cuando ya estaba el fuego hecho y las ascuas listas para poner la carne, vi en el suelo un pequeño papel. No era nada importante y decidí tirarlo sobre el carbón encendido. De repente vi como se quemaba lentamente, como el calor del fuego lo transformaba de blanco a gris. Me fijé en algo curioso, o sea, que iba cogiendo el color de la ceniza de la misma manera que le ocurre a un papel que se empapa de agua: poco a poco ese color gris iba avanzando por la pequeña hoja, desde arriba hacia abajo, hasta que dejó de quemarse.

El papel no estaba totalmente en contacto con el carbón y una pequeña esquina se había quedado fuera. El calor había abrasado toda su superficie, excepto la esquina derecha inferior que se había quedado blanca.

Al ver lo que estaba pasando, mi mente me llevó a pensar en nuestra relación con Dios: cuanto más estamos cerca del calor divino, de su fuerza, de su energía de amor, más venimos transformados como esta hoja. El tiempo va pasando, la vida nos lleva por senderos a veces desconocidos y si seguimos cerca de la llama, poco a poco nuestro ego hostil, egoísta, caprichoso, orgulloso se va deshaciendo. Es así que vamos vaciándonos, para dejar espacio vital para la paz, la unidad, el servicio, el amor, la compasión, la comprensión, el perdón.

Ésta lenta transformación en contacto con Dios nos hace ser Evangelio, porque hemos dejado abierta la puerta para que el Espíritu actúe. Es así que vamos encarnando y haciendo nuestros los valores y la vida de Jesús. De hecho, él también en su vida fue como ese papel: se dejó lentamente transformar por el Espíritu, hasta que todo su ser se quedó empapado de su energía de amor. De esta forma, ahora él era el canal que permitía a Dios poder comunicarse con los hombres, porque quién estaba con Jesús veía a Dios en su ser hombre: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo” (Jn 6,51) o “Quien me ve a mi, ve al Padre” (Jn 14,9).

En esta fiesta de la Virgen María, celebramos, entonces en su persona, nuestras vidas. Ella supo hacerse Evangelio, llevando la buena nueva en su persona (encarnación) y allí dónde iba. La Kenosis, el vaciarse, el dejar de ponerse en el centro, no fue característica exclusiva de Jesús, sino también de su madre y con ellos, también nosotros estamos llamados a vivirla. Esto es lo que permite que Dios, la verdadera Vida, se haga carne en nuestras existencias.

Sin duda, uno de los rasgos particulares de la madre del Señor es su pobreza de espíritu. Con pobreza no me refiero a la falta de recursos materiales, sino al darse cuenta de que somos contingentes, finitos, dependientes. Todo es puro don, porque podríamos no existir o haber nacido en otro tiempo, lugar y en otras condiciones distintas de las actuales. Esta dependencia no es solo la que tenemos hacia Dios, sino también con los demás. Somos seres hechos para la relación y estamos interconectados los unos a los otros, porque Dios es relación y nosotros, su imagen, somos auténticos sólo si vivimos en comunión con los demás.

No existe un cielo dónde está Dios y una tierra donde están los seres humanos. No hay dos mundos separados y un Dios allí arriba que nos mira desde lo lejos. Entonces, ¿qué significa que la Virgen María ha sido asunta en el cielo? No significa que a su muerte ha sido trasladada milagrosamente hacia arriba, donde está Dios. Más bien el dogma de la Asuncion nos está diciendo que María se ha dejado habitar por Dios y que, guiada por el Espíritu, lo ha llevado en su vida y en las vidas de las personas que la rodeaban.

Es así que una vida que se funde con la Vida no desaparece con la muerte, sino que se transforma definitivamente en lo que ya era, o sea, en V(v)ida. Es ésta una forma más “actualizada” de expresar lo mismo que la Iglesia ha siempre afirmado, pero que formulaba con una imagen que viene de muchos siglos atrás: que el cuerpo de María no vio la corrupción. 

La Virgen María y Jesús, entonces, no son dos seres especiales que han sido elegidos desde siempre y que solo se pueden admirar pero nunca alcanzar. Los dos se han dejado llevar por el Espíritu, abriendo de par en par la puerta de su existencia a la fuerza transformadora del amor divino. De esta forma, la madre y su hijo,  cada uno a su manera, han engendrado a Dios en su vida, haciendoLo visible a los demás.

Jesús y María, entonces, son dos faros que nos indican la vía de la Vida auténtica. Humildad, abandono, confianza, amor, servicio, kenosis, son algunos de los valores del reino de Dios, de la nueva creación que Él nos llama a realizar en nuestras vidas y en el mundo, como levadura en la masa, si dejamos que Él actúe en nosotros. 

Deseo para todos nosotros, entonces, ser como ese pequeño papel en el fuego. Guiados por el Espíritu, dejémonos vaciar de todo lo que ralentiza nuestra conversión (transformación/resurrección), para ser como Jesús, transparencia de Dios. Abriéndonos a la Vida y a su energía de amor, seremos entonces Vida y energía para los demás, Dios en su ser hombre.

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