El Ascensión

El Ascensión

Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.» (Hechos 1,10-11)
En este Domingo de la Ascensión de Jesús, dos ángeles (los “dos hombres vestidos de blanco” que en la Biblia representan los que llevan el mensaje de Dios, entonces hablan por Él), Dios mismo, en resumen, nos pregunta la razón de seguir mirando al cielo. Ya allí no hay nada que buscar. Todo está aquí, entre nosotros, Dios mismo se ha hecho carne, se ha “humanizado”; lo ha hecho por amor, viviendo ese amor y subiendo como otro gesto de amor hacia nosotros: os conviene que yo me vaya (Juan 16,7), porque ya los discípulos/nosotros podemos actuar solos, sin la presencia física del maestro porque sabemos que el maestro sigue ahora en nuestro interior, como nosotros en Él.
Dios entonces nos está diciendo que ya su morada es aquí con nosotros y que es aquí que estamos llamados a involucrarnos, como su Hijo lo ha hecho, hasta dar su vida.
La Ascensión, entonces, lejos de ser una llamada a la simple contemplación, es el recordatorio de la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene hacía los demás. Como Cristo pasaba sanando, cuidando, curando, acogiendo, animando, ahora todo esto toca a nosotros, dando una sonrisa, una buena palabra, escuchando, no juzgando o criticando, ayudando a quien lo necesite, haciéndonos cargo de nuestros hermanos que están en dificultad.
Nosotros que ya bebemos de esa fuente inagotable, estamos llamados a compartir este don con los demás.

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