La cogió de la mano y la levantó – V Domingo T.O. 2021

La cogió de la mano y la levantó – V Domingo T.O. 2021

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. 

Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»

Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Después de curar a un endemoniado, Jesús y sus discípulos salen de la sinagoga. Es sábado, día sagrado para los judíos. 

El sábado era el día en el que se recordaba el descanso de Dios después de los seis días de la creación, pero también se recordaba el día del éxodo, en el que Dios había salvado a su pueblo de Egipto, por medio de Moisés, devolviéndolo a la libertad. El sábado, en otras palabras, era el día que mejor expresaba esa libertad que el pueblo tenía y que era un don gratuito de Dios. 

Con el tiempo, desafortunadamente, este día se había transformado en un conjunto de normas que respetar para salvaguardar el “derecho de Dios”: no se podía ir a por agua, se podía salir sólo para ir a la sinagoga, ningún trabajo estaba permitido, no se podía curar a nadie, salvo en caso de extrema necesidad y otros centenares de normas que observar. En algunas corrientes más estrictas, era prohibido también tener relaciones sexuales entre marido y mujer y hasta la comida debía de prepararse el día anterior.

Paradójicamente, la libertad que el sábado tenía que representar se había transformado en una clara esclavitud hecha de normas que no podían violarse. Es por eso que el texto nos relata que sólo al anochecer, o sea cuando el sábado se había terminado, la gente llevaba enfermos y endemoniados a Jesús para que les curara. Él, que ya había curado al hombre endemoniado y a la suegra de Pedro, mostrando como los “derechos de Dios” sólo se respetan cuando se hace el bien al prójimo, no había podido sanar a nadie porque había que observar el sábado.

Jesús, evidentemente, no se queda esperando, porque para él cualquier momento es perfecto para mostrar el rostro libertador de Dios y así, en casa de los hermanos Andres y Simón, libera de la fiebre a la suegra de este último. Dice el texto: “Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó”. Jesús es el pescador de hombres, que busca a aquel que se encuentra estancado, sin posibilidad de crecimiento, tumbado, o sea en la postura de quien está muerto y sin vida; se acerca a él, lo coge y lo levanta, es decir lo vuelve a poner de pie, erguido, devolviéndole su dignidad, su vida. Esta es la primera y verdadera resurrección. 

Es esto, entonces, el verdadero sentido del sábado y de todos los demás días: Jesús pasa, toca, mira, habla, se acerca, levanta, resucita, devuelve a la vida. Todos sus días son una continua comunión con Dios: Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Por la mañana, temprano, bebe de la fuente del amor y de la vida y a lo largo del día continúa esta comunión con Dios, curando enfermos, expulsando demonios, enseñando en las sinagogas y fuera de ellas. La vida que recibe la devuelve.

Aquí Jesús se presenta en toda su faceta profética, mostrando el auténtico rostro de Dios. El profeta es el que habla y actúa en nombre de Dios, es su representante y mensajero para recordar el amor que Dios tiene hacia su pueblo y para que éste no olvide su gratuidad y responda con su fidelidad a Él. 

Pues aquí, como hemos visto, Jesús hace visible ese amor gratuito de Dios, que se muestra como Aquel que sana y da vida, cuidando de los pobres, desfavorecidos y olvidados. Y por otro lado Jesús se muestra como el profeta que quiere que se vuelva a la auténtica fe, en la que honrar a Dios significa honrar al ser humano.

Jesús hoy nos recuerda que la religión no es un conjunto de normas que cumplir, sino un medio para relacionarse con Dios, conectarse con Él, y que esto pasa inexorablemente por descubrirse a sí mismo, conectar con la parte más humana de nosotros, pasando también por nuestros lados más obscuros que no queremos (la fiebre) y dejarnos sanar por Él. Sólo así podremos ponernos otra vez de pie, renovados, listos ahora para servir a nuestros hermanos, porque sólo amando verdaderamente a los demás podemos amar auténticamente a Dios.

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