De la muerte a la fe – XIII Domingo T.O. Año B

De la muerte a la fe – XIII Domingo T.O. Año B

La hemorroisa, una muerte lenta

El evangelio de este domingo nos presenta a dos mujeres: una hemorroisa, mujer ya adulta, que lleva 12 años luchando con todas sus fuerzas y recursos, también económicos, para solucionar su problema. Finalmente, la mujer es curada por sus pérdidas de sangre y vuelve a formar parte de la comunidad, liberándose de un obstáculo que la hacía vivir como una muerta, una excluida del mundo.

La hija de Jairo, una muerte rápida

Luego está una niña, la hija del jefe de la sinagoga, muerta no se sabe por qué tipo de enfermedad, pero de edad muy joven, con 12 años. En la historia que nos cuenta el evangelio de Marcos, finalmente, ella también se salva. La niña, que había muerto antes de que Jesús llegara a casa de sus padres, vuelve a la vida.

Sin embargo, ambas volverán a enfermarse y a morir. La historia no nos lo cuenta, pero sin duda estas curaciones o reanimaciones no son para siempre, en cuanto ellas siguen siendo humanas y finitas, destinadas a perecer.

Dos claves para entender el mensaje

¿Qué quieren decirnos, entonces, estas dos historias al femenino? Una clave para comprender el mensaje la encontramos en la primera lectura, del libro de la Sabiduría. Aquí se nos dice que el ser humano está hecho para la inmortalidad y que, por ende, Dios es el Dios de la vida y no de la muerte. En este sentido, podemos afirmar que la muerte no es la palabra definitiva sobre la vida de las criaturas y que, más allá de lo que nos indican nuestros sentidos, hay una realidad que supera nuestra comprensión y, en esta forma de ver las cosas, la muerte se transforma en un paso obligado para llegar a ella.

La otra clave que nos permite entender el mensaje del evangelio de este domingo es la frase que Jesús dirige a la hemorroisa – Hija, tu fe te ha curado – y la otra que dirige al jefe de la sinagoga – No temas; basta que tengas fe.

Pase lo que pase, sea lo que sea, tu no temas, no te dejes vencer por el miedo, no te creas perdido, porque no es así y, por eso, sigue creyendo. Este es el mensaje de este domingo que, además, va en sintonía con la tempestad y el barco zozobrando del domingo pasado.

Un Dios que es Padre y nos llama a confiar en Él

Hay que tener cuidado y no caer en el error de pensar que aquí se está afirmando que cualquier cosa se pide a Dios con fe, Él nos la va a conceder. No se está hablando de un Dios que allí está para solucionar nuestros problemas, curar nuestros males y liberarnos de la muerte. Como con Jesús en el Getsemaní, Dios no está para liberarnos de las dificultades, sino que está allí para que las “leamos” de forma distinta, sin temor, con confianza, sabiendo que nada nos puede alejar de él y que todo puede ser usado para nuestro bien.

En este sentido, el cristiano está llamado a ver la realidad más allá de lo que ve, superando la superficie de las cosas y adentrándose en las capas más profundas, donde se “esconde” el verdadero significado de la realidad.

Conclusión

En esta lectura más profunda, Dios se manifiesta como Vida y fuente de confianza, porque más allá de lo que nos dice nuestro instinto de supervivencia y más allá de lo que nos dicen nuestros sentidos, Dios es el entramado que todo lo sostiene, la red que nos mantiene vivos aunque nuestro corazón deje de latir, la fuerza que nos empuja allí cuando todo parece ponerse muy oscuro y pesado.

Dios apuesta por nosotros, pase lo que pase. Ahora nos toca a nosotros hacer lo mismo.

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