El primero y el segundo siglo muestran una evidente necesidad, para los discípulos de Jesús, de poner en práctica las enseñanzas del maestro, a veces integrando ciertos valores del contexto griegorromano, otras veces rechazándolo.

En nuestra reflexión, nos centramos en ciertas prácticas que miran al cuidado de los más vulnerables, como las viudas, los huérfanos, los extranjeros, los prisioneros y los esclavos. También veremos la importancia en el uso del dinero, algo que se conecta con la solidaridad, con la limosna y con el compartir los bienes.

Comprenderemos que, aunque los cristianos de este período no conseguirán ningún cambio institucional, sus prácticas contraculturales propiciarán una nueva mentalidad y sensibilidad, empujando a cambios que se realizarán más adelante.

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