Un Dios que rompe nuestros esquemas
Epifanía y bautismo del Señor, dos fiestas conectadas
La reflexión que he planteado esta vez va a conectar la fiesta de la Epifanía con la del Bautismo, puesto que este año las dos van de corrido y, además, ello nos permitirá ver que en realidad hay una relación entre estas dos celebraciones, mostrando a un Dios que rompe nuestros esquemas.
Los Magos, para encuentrar al Señor, lo dejan todo atrás
El día 6 de Enero es el día dedicado a la Epifanía del Señor. El evangelio de Mateo nos relata la historia de unos magos de Oriente que van en busca del Rey de los judíos y siguen una estrella hasta encontrar al niño con su madre, María y, puestos de rodillas, lo adoran y les ofrecen los dones que habían traídos con ellos. Por otro lado, hay otro personaje, Herodes el grande que, enterado de que hay un “rey” alternativo” que puede quitarle poder, les pide a los magos que averigüen dónde se encuentra este nuevo soberano, para así poder ir, él también, a “adorarle”.
En esta historia, yo veo lo que nos pasa todos los días, en nuestras dinámicas existenciales. La vida se presenta de múltiples maneras y no nos avisa. Ella solo es y se manifiesta de la forma que decide, sin pedirnos permiso. Está a nosotros decidir qué postura asumir: ser como los magos o como Herodes.
Los magos y Herodes: dos formas de enfrentarse a la vida
Ser como los magos significa estar abierto a la vida, a Dios, y a la forma que ella tiene para darse a nosotros. Ella es imprevisible y nos pide flexibilidad y humildad, confianza y disponibilidad para salir de nosotros mismos, de ciertos esquemas que nos encasillan en lugar de liberarnos. Los magos están disponibles a reconocer la Vida según ella se presente y son capaces de leer los signos de los tiempos (la estrella) para poder descubrirla. Ellos son como Abraham: abandonan su lugar de origen, sus costumbres y se muestran dispuestos a la novedad, que es la vida misma que irrumpe con sus “sorpresas” y que desmontan nuestros planes.
Herodes, sin embargo, representa todo lo opuesto. Él, satisfecho de lo que es y tiene, no muestra ninguna disponibilidad al cambio y, además, se resiste a él, a la vida. Herodes, de hecho, lee los cambios como una amenaza que combatir, al que resistirse y doblegar a los planes establecidos. Él no se mueve, porque está agarrado a la estructura que ha ido construyendo, unos esquemas que le dan seguridad y que hay que defender a toda costa.
La Vida, Dios mismo, rompe con nuestros esquemas
Pero la Vida no entiende de esquemas, así que algunas veces podrá confirmar los nuestros, mientras otras veces podrá desbaratarlos. Está a nosotros decidir lo que queremos ser: ser como los magos, abiertos al cambio, dispuestos a crecer a través de la novedad que la Vida nos va presentando o ser como Herodes, encerrados en nuestros castillos, un museo donde queremos que todo se quede siempre como lo hemos planeado, proyectos momificados que defender hasta el final.
Jesús, abierto a la vida
He aquí que, entonces, nos conectamos con el bautismo de Jesús. Marcos, en su evangelio no nos dice nada de la vida anterior y privada de Jesús, pero hace empezar su vida pública con el conocido evento del bautismo en el Jordán. Aquí Jesús tiene una experiencia mística o extática en la que el Espíritu entra en él.
Aquí Jesús tiene la misma actitud que los magos. Abierto y disponible a la novedad que Dios quiere mostrar en él, Jesús permite que el Espíritu acceda en su vida y actúe en él. Esto conllevará cambios, también radicales en la vida misma que hasta ahora él había llevado, cambios parecidos a los que ocurrieron a Abraham o a Moisés cuando decidieron que había llegado el momento de dejarse moldear por Dios; Él, así, pudo cumplir en ellos grandes cosas.
Conclusión
Esquemas, estructuras, planes, proyectos. Todas estas cosas no son para nada negativas o que rechazar. Son, además fundamentales para organizar y ordenar nuestras existencias, permitiéndonos encontrar y escoger una meta que alcanzar. Sin embargo, los evangelios de estas dos fiestas nos sugieren que el riesgo está en transformar esquemas, estructuras y planes en elementos de verdad, fijos, eternos, inmutables. Cuando hacemos así, creyendo actuar para bien, sin embargo nos estamos oponiendo a la Vida, a Dios, a los signos de los tiempos que nos quieren siempre en actitud de reforma, listos para ir cambiando según las nuevas necesidades, las nuevas condiciones que se van presentando.
Esquemas, estructuras y planes están al servicio del ser humano, de su crecimiento, de su plenitud. Si los transformamos en elementos fijos y eternos, hacemos de ellos unas momias, unos ídolos que servir, no ya a servicio del crecimiento, porque nos encarcelan, haciéndonos perder la libertad.
Esta es la dinámica de la vida, que nos llama siempre al cambio y a la que tampoco la Iglesia está exente, si quiere seguir fiel a la misión que Dios le ha encomendado, a saber, ser luz para el mundo. Cambiar es fundamental, si no queremos transformar nuestras iglesias en museos que visitar.