La venida de Cristo – II Domingo Adviento Año B
Productos y servicios del Adviento
Ya ha empezado el Adviento. Fuera, por las calles, todo se llena de luces, de decoraciones navideñas y de anuncios para invitar a la gente a que compre aún más. Me hace sonreír y no poco, la comparación que aparece en mi mente entre Juan Bautista, por un lado, que ofrece el perdón de los pecados y el bautismo como señal exterior de una conversión interior y la publicidad por la calle y por los medios de comunicación que te ofrece grandes ventajas y precios seductores para las compras de múltiples productos y servicios.
Y, sin embargo, frente a una sociedad anestesiada por los ritmos cotidianos, encerrada en los intereses particulares de lo mío y de los míos, las lecturas de este domingo nos hacen reflexionar para superar el peligro de la superficialidad.
La autentica felicidad
Con facilidad confundimos y mezclamos al niño Jesús que viene a traernos el don de la comunión con Dios con papa Noel o los reyes magos que nos traen regalos y que nos llenan la casa de chismes y de “felicidad”.
Pobre e ilusoria felicidad aquella que se queda en los objetos y se concentra en aquello que puedo poseer y comprar, porque la felicidad no se compra ni se posee, sino solo se puede descubrir, como fruto de un largo trabajo interior.
Así lo recuerda Isaías, en la primera lectura y lo recoge el Bautista cerca del rio Jordán. Preparar el camino y allanar los senderos qué significa sino preparar la casa interior para la venida del Señor y, por ende, de la felicidad.
El Señor y sus venidas
Porque podemos hablar de tres de venidas del Señor, así como afirma s. Bernardo de Claraval. De hecho, el abad francés nos recuerda que existe una primera venida del Señor, en la carne y en la fragilidad, aquella que celebramos con el nombre de Navidad. Hay también una segunda, gloriosa y triunfante, del que nadie conoce la hora ni el día de su realización. Finalmente una tercera, más bien intermedia, y que podemos experimentar todos los días.
Es lo que afirma también Mt 28,20: “yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”. Cristo sigue con su comunidad también hoy, a través del Espíritu que la guía y la sostiene. Sin embargo, esta presencia no se percibe con facilidad y necesita de silencio, de confianza, de disposición interior, todas condiciones que se van forjando cuando dejamos al Espíritu trabajar en nuestro interior.
Las consecuencias en nuestra vida diaria
Entre estas dos venidas, entonces, nosotros nos encontramos en la etapa intermedia, en la que estamos llamados a vivir lo que ya somos, hijos de Dios, con los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf. Fl 2,5). Es en esta fase, por ende, que debemos invertir todos nuestros esfuerzos para construir sólidas bases interiores, para poder querernos y querer a los demás, según los criterios del Evangelio.
La actitud auténticamente cristiana, entonces, no puede quedarse en la nostalgia del pasado, contemplando al niño en el pesebre. Tampoco puede quedarse en la indiferencia, porque lo importante es lo que viene después, estos cielos nuevos y tierras nuevas que muestran como todo lo que tenemos ahora es relativo. Es del cristiano la actitud transformadora de las realidades presentes, para conformarlas al amor y a la justicia de Dios, preparando de esta forma, los senderos que servirán para los últimos tiempos. “No importa morir; lo terrible es no vivir” afirma Jean Valjean mirando a Marius.
Conclusión
Entre tantos regalos, entonces, no nos olvidemos de lo principal, que es trabajar para construir relaciones de paz y de justicia, de solidaridad y de cercanía, que derrumben barreras, que rellenen abismos, que reconcilien los ánimos heridos y vengativos, que levanten los caídos y los desvalidos, que consuelen los que no se sienten amados y valorados.
Solo de esta manera podremos honrar la primera venida del Señor y solo de esta forma podremos preparar los caminos de su última venida, porque así estaremos viviendo autentica y genuinamente su presencia real y cercana que día a día actúa en nuestras vidas, llenándolas de vitalidad, de riqueza, de encanto y de belleza.
Is 40,1-5.9-11: Preparadle un camino al Señor.
Salmo 84: R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
2 P 3,8-14: Esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva.
Mr 1,1-8: Enderezad los senderos del Señor.