Los responsables de la comunidad – XXXI Domingo T.O. Año A
Malaquías y los responsables que alejan de Dios
Las lecturas de este domingo muestran una conexión muy evidente entre ellas, con respecto a otras veces: en la primera lectura, por boca del profeta Malaquías, Dios está reprochando a los sacerdotes que han olvidado la alianza que él había hecho con Israel, porque con su conducta extravían al pueblo y lo alejan del sendero que, de otra forma, le llevaría al Señor. En otras palabras, ellos son los responsables de alejar al pueblo de su Dios y ello se debe a su forma de vivir.
Pablo, responsable frente a la comunidad
Por otro lado, la segunda lectura nos presenta a Pablo, escribiendo a la comunidad de Tesalónica. Él no simplemente quiere dar a conocer el Evangelio de Dios, sino que está dispuesto a entregar su misma vida, si fuese necesario, y él mismo describe su amor por los tesalonicenses como el de una madre que cuida de sus hijos. Es por esta razón que busca todas las oportunidades para no ser una carga para la comunidad y, al mismo tiempo, aprovecha cualquier ocasión para anunciar la buena noticia de Dios.
Mateo, ¿Quiénes son los responsables?
Finalmente nos encontramos con el Evangelio de Mateo. Aquí, el evangelista nos recuerda cómo configurar las relaciones dentro de la comunidad y cómo pensar el ejercicio del poder. No tenemos que caer en la trampa de una lectura que se quede en el pasado, a saber, pensar que Jesús está hablando de escribas y fariseos, como aquellos que no han comprendido qué significa ser fieles a Dios, mientras que nosotros somos los buenos, porque hemos comprendido el verdadero mensaje del Evangelio.
Mateo nos está poniendo en guardia, frente a autoritarismos y malos ejemplos, para que nos preguntemos quiénes son los responsables dentro de una comunidad y qué papel tienen en ella. Frente a esta pregunta, enseguida nosotros pensamos en el cura: él es el responsable, aquel que lleva adelante la dinámica de la comunidad, que se encarga de administrar los sacramentos, de que la catequesis y el anuncio del evangelio continúen progresando y de animar, en linea general, la vida de los cristianos a él encomendados.
Todos habitados por el Espíritu
Sin embargo, yo afirmaría que, si por un lado él es el máximo responsable, por otro lado todos los miembros que componen una comunidad son también responsables como él, cada uno desde lo que puede aportar a su vida personal y de grupo. Todos somos responsables porque todos somos “habitados” por el Espíritu, ese Espíritu que sopla dónde y cuándo quiere y no mira al genero o a la clase social, a los títulos académicos o a la fecha de nacimiento, al color de la piel o al credo religioso.
Esta lectura, desde el Espíritu, nos recuerda que todos debemos y tenemos que aportar al grupo y que no podemos seguir pensando que solo los curas son los responsable. También nos recuerda que todos somos iguales, hermanos de un mismo Padre. Esta afirmación, de hecho, subraya otro elemento fundamental: ninguno puede creerse maestro o hacer del otro un maestro, porque todos, antes o después, caemos víctimas de nuestras contradicciones, de nuestros límites entre lo que nos gustaría ser y lo que actualmente somos.
Nuestra imperfección, vía maestra para la humildad: autoridad como servicio
Es lo que pasa cuando alguien afirma creer en Jesús y no en la Iglesia. Dicho de otra forma, esta persona está afirmando que, mientras el hombre-Jesús le atrae, a saber, el ideal, su realización no es tan de su agrado, la Iglesia, porque por varias razones lo que se predica con la boca no se anuncia con la vida.
Conscientes de que todos somos imperfectos, pero perfectibles, todos estamos llamados a mantener una mentalidad abierta al aprendizaje, a la corrección fraterna, a asumir responsabilidades dentro de la comunidad, a seguir formándonos en la fe, en nuestra humanidad, a crecer en la humildad, porque la autentica autoridad es aquella que permite el crecimiento de los hermanos.
Es en este sentido que podemos comprender las palabras de Jesús: “El primero entre vosotros será vuestro servidor”. Ejercer el poder o la autoridad, dentro de una comunidad, significa ponerse a disposición para el bien común de sus miembros, según las características de cada uno. Solo desde esta óptica podemos descubrir que es el intercambio y la mutua ayuda de cada uno de los que conforman la comunidad creyente el elemento clave del verdadero anuncio.
Conclusión
Así como todos somos responsables de nuestra propia vida y no podemos dejarla en manos ajenas, de la misma forma todos somos responsables de la comunidad a la que pertenecemos y no podemos delegar esta tarea. Preferir no ser consciente de ello y no actuar de forma activa es la lógica consecuencia de una falta de interés hacia nuestra vida de fe que nunca puede ser concebida de forma solitaria y aislada, porque todos somos parte de una gran red de relaciones. Creernos islas es solo una ilusión.
Ml 1,14–2,2b.8-10: Os habéis separado del camino recto y habéis hecho que muchos tropiecen en la ley.
Salmo 130: R/. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
1Tes 29,7b-9.13: Deseábamos entregaros no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas.
Mt 23,1-12: Ellos dicen, pero no hacen.