Seguir a Cristo – XIII Domingo T.O. A

Seguir a Cristo – XIII Domingo T.O. A

Seguir a Cristo no nos libera de las dificultades

Las lecturas de este domingo, y en especial el evangelio, son particularmente duras. El salmo nos hace cantar las misericordias del Señor y la primera lectura nos habla de esperanza. Eliseo es acogido en casa de un matrimonio mayor sin hijos y por la generosidad de estos últimos, el profeta les anuncia que tendrán pronto un bebe. En otras palabras, este relato nos viene a decir que aquellos que se abren a Dios (y a sus enviados) tendrán una vida fértil, capaz de generar futuro, y prosperidad. 

Sin embargo, la segunda lectura de Pablo a los Romanos y el evangelio de Mateo nos ponen en alerta, para no caer en una actitud ingenua, la de aquellos que piensan que seguir a Cristo, así como rezarle a Dios nos libera de las dificultades. De hecho, es todo lo contrario, como veremos enseguida.

El bautismo como continuo proceso de muerte y resurrección

Pablo nos habla del bautismo. Este nos incorpora a Cristo y nos sepulta en su muerte. El bautismo, de hecho, lejos de ser un evento puntual, es un proceso vital que dura toda la vida. Todos los días y en todo momento estamos llamados a escoger seguir a Cristo, muriendo con él para, con él, resucitar a vida nueva, a través de su gracia que obra en nosotros y con nuestro “sí”, es decir, con nuestra fidelidad al él. Descubrimos, pues, que todo es don, fruto de un amor que nos precede y nos habita.

Este bautismo, que es la puerta de acceso a aquella familia y comunidad de creyentes que llamamos Iglesia, no es un acto mágico que nos preserva de supuestos males eternos o que nos facilita en nuestros quehaceres diarios. Jesús nos dice, de hecho, que aquel que decide seguirle (otra forma de decir “estar bautizado”) está llamado a abandonar a su padre y a su madre, es decir, a abandonar las seguridades que vienen de nuestro pasado y a las que nos aferramos para no dejarnos arrastrar por el presente. También estamos llamados a abandonar a nuestros hijos, que representan nuestras expectativas sobre el futuro, un “plan” que creemos puede sernos útil para contrarrestar las dificultades que el futuro puede depararnos. 

Seguir a Cristo es soltar amando

Seguir a Cristo, por lo tanto, no significa renegar de nuestros padres o dejar de querer a nuestros hijos, familia o amigos. Esto sería reducir el texto a una lectura demasiado literal y superficial. Significa, sin embargo, que el cristiano es aquel que comprende que la vida se acoge de verdad (y, entonces, Cristo, se acoge de verdad), cuando somos capaces de soltar el pasado y abandonar las seguridades que vienen de él y de nuestros planes futuros, porque la vida (Jesús) puede llegar a ser imprevisible y desbaratadora. 

Seguir a Cristo, entonces, significa complicarnos la vida y, al mismo tiempo, comprender su fondo, siendo conscientes de sus dinámicas para, así, vivir mejor; porque ella no se reduce a sus manifestaciones (padres, hijos, el pasado, el presente, nuestros sueños…) y, como Abraham,  así como Jesús, estamos llamados a aprender el arte de soltar, de coger la cruz, de no retener la vida, de no creer nuestra propiedad personal lo que se nos ha dado, para poderlo compartir con los demás. Aprender a soltar nos permite abrir nuestro corazón y dejar que él se adapte con más soltura a las novedades de la vida. Soltar significa haber comprendido que lo que se me ha dado es para construir algo mejor, no para mi exclusivo bienestar personal, sino para el bien común, para que todos podamos crecer.

Conclusión

Seguir a Cristo, entonces, no es una garantía para la vida eterna; ser cristiano, más bien, tiene que significar el compromiso que se ha tomado, a la escuela de Jesús, para una continua conversión interior y una entrega generosa, al fin de construir un mundo más solidario, más justo, más generoso, más inclusivo y respetuoso de la diversidad. Todo esto, y más, debería resonar en la mente de las personas cuando se habla de los cristianos. Si esto no ocurre es porque no estamos cumpliendo bien la misión que nos ha sido encomendada.

2Re 4,8-11.14-16a: Es un hombre santo de Dios; se retirará aquí.

Salmo 88: R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

Rm 6,3-4.8-11: Sepultados con él en el bautismo, andemos en una vida nueva.

Mt 10,37-42: El que no carga con la cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí.

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