El Dios trinitario, modelo de la realidad – Santísima Trinidad Año A

El Dios trinitario, modelo de la realidad – Santísima Trinidad Año A

¿Tiene sentido creer en un Dios trinitario?

Con respecto al Dios trinitario se podrían decir muchísimas cosas y algo ya esbocé hace unas semanas. Sin embargo, este domingo celebramos la característica tan peculiar de nuestro Dios, que desde más de mil quinientos años definimos como un único Dios en tres personas. Pero, ¿qué nos quiere decir hoy día esta afirmación que nos parece a bote pronto tan contradictoria, a saber, la de un Dios que es tres sin dejar de ser uno y, al mismo tiempo, múltiple?

Si lo pensamos con atención, podemos comprender que ello nos transmite una importante consecuencia: la idea de un Dios trinitario nos indica que él es uno y es constitutivamente plural, es decir, que la diversidad forma parte de su forma de ser. En él, la unidad no es uniformidad, no es monotonía que aplana y excluye lo distinto, sino que lo abraza, lo asume y hace de la pluralidad una fuerza enriquecedora.

El Dios trinitario, reflejo de la diversidad que une en relación

Cada persona de la Trinidad comparte lo idéntico, lo que les acomuna, es decir, la divinidad y reconoce la diversidad de las identidades: el Padre no es el Hijo, así como el Hijo no es el Padre, ni los dos son el Espíritu Santo, como este último no es ni el Padre ni el Hijo. Al mismo tiempo, sin embargo, cada persona es continua entrega de si mismo al otro: el Padre dona y comparte todo lo suyo al Hijo, que es el Espíritu, sin ceder su unicidad que es su ser Padre y el Hijo se dona y comparte todo lo suyo al Padre, devolviéndoselo por medio del Espíritu Santo, sin por esto ceder su identidad de Hijo.

El Dios trinitario, modelo de la realidad

De esta forma, entonces, las tres personas son continua donación de sí mismos e intercomunicación, lo cual hace del Dios trinitario un Dios vital, dinámico, relacional, incluyente, un permanente desbordar y recoger y transformar. Me pregunto, entonces, si no es esta la dinámica de la vida, siempre desbordando, sorprendiendo, transformando, que dice relación, interacción, comunión, interdependencia. Y de repente, resuenan en mis pensamientos aquellos versículos del libro del Genesis donde se dice que Dios ha hecho al ser humano a su imagen y semejanza y también me vuelven a la cabeza las palabras que papa Francisco escribió en la encíclica Laudato si, en las que afirma que toda criatura y “toda realidad contiene en su seno una marca propiamente trinitaria” (239).

De esta afirmación, comprendemos que todo lo que nos rodea y nosotros mismos estamos estructuralmente trinitarios, relacionales, interconectados los unos a los otros y que la santidad es dejarse moldear por esta dinámica de relación y de donación, de unidad en la diversidad. Es la única dýnamis (fuerza-energía, de donde deriva la palabra dinámica) del Espíritu que se declina en la multiplicidad de las formas de ser, sentir, pensar, vivir, expresarse y que invita esta diversidad a una compenetración en el amor, en la afinidad, porque todos somos fruto de un mismo origen. 

Conclusión

De todo esto derivan importantes consecuencias: ¿no está llamada la Iglesia a dejarse transformar desde dentro para ser la cara visible de este modelo que es el Dios trinitario? ¿No somos, como comunidad cristiana, un único cuerpo, hecho de distintos miembros, cada uno con sus características pero unidos bajo una misma relación, un mismo fondo que es el amor? Y como humanidad, somos todos diferentes, individualmente y como grupos: etnias, culturas, idiomas, credo, lugares de origen distintos, pero todos hechos de la misma carne, todos funcionando de la misma forma, compartiendo emociones, miedos, esperanzas. El Dios trinitario nos enseña que las diferencias no pueden ser vividas como separación, sino que es necesario asumirlas, acogerlas, porque somos parte de esta poliedricidad de la vida y rechazarla significa oponerse a la misma lógica que nos sustenta y nos hace ser.

Porque como en un cuadro, cada uno de nosotros es un color distinto, precioso si se une a los demás y juntos, se podrá crear una verdadera obra de arte.

Ex 34,4b-6.8-9: Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso.

Dn 3,52-56: R/. A ti gloria y alabanza por los siglos.

2Cor 13,11-13: La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo.

Jn 3,16-18: Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él.

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