Un Dios que va más allá- VI Domingo Pascua Año A
Un Dios que nos invita a ir más allá
Las lecturas de este sexto domingo de Pascua nos hablan de una acción trinitaria de parte de Dios que nos invita a ir siempre más allá de los confines que nosotros ponemos a él. Felipe se mueve hacia la Samaría, zona que los judíos observantes no querían ni pisar, porque los samaritanos tenían fama de ser heterodoxos, y esta impureza se transmitía con toda seguridad al cruzar sus fronteras. Sin embargo, Felipe pasa para predicar a Cristo y los apóstoles, desde Jerusalén, se dan cuenta de que estos habitantes han recibido la palabra de Dios (Padre) y envían a Pedro y Juan para que les impongan las manos y reciban el Espíritu Santo. Algo que antes era impensable, ahora Dios nos invita a ir más allá y crear cosas nuevas.
Esta dinámica trinitaria aparece también en la segunda lectura. Aquí, el escritor exhorta a sus lectores para que se mantengan firmes frente a las adversidades y las persecuciones, fieles como Cristo mismo demostró en su vida. Este, de hecho, sufrió su pasión para conducirnos a Dios (Padre) y, aunque haya muerto en la carne, sigue vivo en el Espíritu. ¿Un Mesías muerto en la cruz y resucitado? Allí está Dios que otra vez nos invita a ir más allá y pensar de forma nueva.
Ir mas allá para hacer nuevas todas las cosas
Lo mismo ocurre en el Evangelio según san Juan. Aquí Jesús exhorta a sus discípulos a que no se dejen vencer por el miedo y el desaliento. Lo que tienen que hacer es mantenerse unidos a su Maestro, a Jesús, porque él está unido al Padre y, de esta forma, ellos también podrán unirse a Él. Sin embargo, Jesús no se quedará más tiempo con ellos y, como demostración de que él se va pero no para siempre, les asegura la ayuda del Espíritu, otro Paráclito que mora y está en ellos. Ahora los discípulos no deberán limitarse a seguir a Jesús, sino que están invitados a ir más allá y tomar las riendas del anuncio, sabiendo que el Espíritu les apoya en todo momento para hacer nuevas todas las cosas.
El Espíritu es el nutriente que da vida a quien quiere seguir a Jesús. La metáfora de la vid y los sarmientos es preciosa para comprender esta realidad profunda y verídica: la vid puede seguir dando fruto porque recibe los nutrientes de la tierra y de las raíces: esto es el Padre y el nutriente es el Espíritu. Pero de los sarmientos pueden brotar flores y frutos si estos siguen unidos a la vid, así como los discípulos pueden hacer grandes cosas si se mantienen unidos a Cristo.
El Dios trino supera nuestra comprensión
Los judíos eran profundamente monoteístas y ninguno de los seguidores de Jesús había cambiado idea sobre esta realidad tan profundamente radicada en sus vidas de fe; sin embargo, reflexiones posteriores llevaron, unos siglos después, a formular lo que se conoce como el dogma del Dios uno y trino.
¿Por qué? Los cristianos comprendieron poco a poco que lo que habían entendido sobre Dios se había vuelto pobre y que Dios iba más allá de lo que hasta ahora habían imaginado. Que Dios, a saber, es uno, pero no se puede reducir a este concepto y por esto es más que uno y dice tres, relación de amor y donación en si sismo. Pero tampoco es tres, como si esto fuera algo definitivo, en cuanto sigue siendo uno. La multiplicidad supera la unidad y esta es superada por la multiplicidad, en una continua tensión que no permite a la mente humana hacerse de Dios una imagen clara, fija, estática que, de ser así, transformaría a Dios en un ídolo, una creación de nuestra mente. Cada definición, de hecho, de-limita el concepto en cuestión y Dios, una vez de-limitado, deja de ser Dios.
Dios no se agota en Jesús
El Padre siéndolo todo, no se basta a si mismo y por eso necesita de la ayuda del Hijo. Jesús, sin embargo, afirma de si mismo que el Padre es superior a él (cf. Mc 10.18). Esto es importante para comprender que Jesús es Dios y no es Dios. Me explicaré mejor. Jesús afirma que él es uno con el Padre, que quién ha visto a él ha visto al Padre. En este sentido, Dios es como Jesús y éste es Dios en su humanidad. Por otro lado, no podemos reducir la inefabilidad de Dios en la vida humana de Jesús, así como la Persona divina del Verbo no coincide totalmente con la naturaleza humana de Jesús sin, por esto, negarla. Dios siempre desborda nuestras capacidades humanas y no permite que lo capturemos en esquemas reductores. No es casualidad que, al intento de María Magdalena de retener a Jesús resucitado, él se opone y le dice que tiene que ir al Padre. Dios no puede ser contenido en nuestros conceptos humanos y va más allá de todo ellos.
La ulterior expresión de todo lo dicho anteriormente es el Espíritu Santo. Tan desconocido como más intimo a nosotros que nosotros mismos, el Espíritu nos recuerda que Dios no está solo en el pasado de Israel, ni se ha terminado con la figura de Jesús, sino que él sigue vivo y actuando con su continua creatividad y generatividad. El Espíritu es aquel que sigue guiando a la comunidad cristiana y a cada uno de nosotros, así como estuvo en la concepción de Jesús, a lo largo de su vida y en su resurrección. Toda esta acción trinitaria, entonces, nos hace comprender que Dios no se deja moldear por nuestros intentos intelectuales, que quieren hacer de él alguna cosa que se pueda comprender.
Dios, más allá de nuestros conceptos
Es por esto que Dios es uno pero más que uno, es trino, pero más que trino, es persona, pero más que persona, está arriba pero también abajo, dentro y también fuera, que su Adviento es un continuo Adviento y que cada vez que queremos ponerle alguna brida para hacerlo nuestro, él continuamente se deja coger para luego escaparse en un eterno éxodo. La dinámica trinitaria, pues, nos dice que Dios va siempre más allá de lo que podemos pensar, decir e imaginar sobre él y todo lo dicho hasta ahora se queda corto y verdaderamente ridículo frente a la realidad inefable e indescriptible del “Yo soy”.
Hch 8,5-8.14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
Sal 65: R/. Aclamad al Señor, tierra entera.
1P 3,15-18: Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu.
Jn 14,15-21: Le pediré al Padre que os dé otro Paráclito.
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