El poder y la imagen de Dios – I Domingo Cuaresma Año A

El poder y la imagen de Dios – I Domingo Cuaresma Año A

Dejando a un lado la interpretación literal

Los textos de este primer domingo de cuaresma están entre mis favoritos y expresan una fuerza narrativa extraordinaria. Por un lado, la primera lectura nos propone el relato conocido como “el pecado original”, mientras que el evangelio según Mateo nos presenta a Jesús tentado en el desierto. 

Cuando uno se adentra en estos textos y deja a un lado una interpretación literal, de forma sorprendente descubre una riqueza de significado que el texto esconde, así como hace un código encriptado, desvelando parte de su tesoro oculto para aquellos que van aprendiendo el significado de sus símbolos.

El poder y la falsa imagen de Dios

Los dos textos tienen características en común: encontramos a un tentador, a uno o más personajes tentados, un objeto de la tentación y un resultado final. Y es que Mateo ha construido su relato, en mi opinión, inspirándose en el texto del Génesis.

El tema común de ambos textos es el poder. En Génesis, Dios es mostrado como el creador, aquel que ordena y separa, con la fuerza de su palabra. Su poder parece ilimitado, tanto que todo le obedece. La serpiente, entonces, se esfuerza en mostrar que, este poder que Dios tiene, él no quiere compartirlo con nadie, como si estuviera celoso de ello. De hecho, según la serpiente, la orden de no comer del fruto del árbol se debe a que Dios no quiere que ellos vean, que sepan, que conozcan y por eso les quiere mantener ciegos, con los ojos cerrados, para que no sean como Él.

A una imagen de Dios como omnipotente, corresponde un ser humano a su imagen, que quiere controlarlo todo, que quiere tener él también poder y poder ver para ser como Él. El instrumento para serlo está vinculado con el fruto prohibido, el simbolo del poder mismo que, improvisamente, es:

  1. bueno para comer, a saber, satisface las propias necesidades inmediatas,
  2. atrayente a los ojos, porque permite manifestar exteriormente su fuerza y satisfacer la sed de aparentar y es
  3. deseable para lograr inteligencia(o ¿astucia?), para dominar, lo cual me permite controlar a todos y a todo.

El engaño que está en la base de todo

En realidad, todo se revela un engaño: la serpiente, el mensaje y el resultado. Ellos comen, se adueñan de este poder, pero nada cambia, a excepción del hecho de que ahora se enteran de que están desnudos, frágiles y vulnerables. La filautía, el creerse merecedores de todo, aún en detrimento de los demás, es un proyecto destinado al fracaso, que solo sirve para mostrar que estamos desnudos, imperfectos, muy lejos de la imagen de omnipotencia que nos han vendido.

La misma dinámica está presente en las tentaciones de Jesús en el desierto. Satanás presenta a Jesús la única tentación del poder en su tres manifestaciones: 

  1. el poder para tener resuelto todo lo que me puede faltar a nivel básico y personal («Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes»);
  2. El poder para mostrar y demostrar al mundo lo que soy («Si eres Hijo de Dios, tírate abajo»);
  3. El poder para dominarlo todo (“le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras»”).

Conclusión

Con gran ingenio y con una gran demostración de sus capacidades narrativas y teológicas, Mateo nos muestra al nuevo Adán: si el primero pone el yo al centro, el segundo pone al otro en el centro. Jesús es, entonces, la auténtica imagen del Padre, no de un Dios omnipotente (la falsa imagen que nos da el tentador), sino de un Padre que todo lo comparte con amor, ternura y compasión y que pide lo mismo por parte de aquellos que se reconocen como sus hijos.

Esta imagen del Padre y esta forma alternativa de concebir el poder nos darán quehacer no solo durante los próximos cuarenta días de Cuaresma, sino que nos empeñarán para todo lo que nos queda de vida, según la dinámica del reino de Dios.

Gen 2,7-9;3,1-7: Creación y pecado de los primeros padres.

Sal 50: R/. Misericordia, Señor: hemos pecado.

Rom 5,12-19: Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.

Mt 4,1-11: Jesús ayuna cuarenta días y es tentado.

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